En apenas ocho días, los españoles, en la mayoría de los pueblos de nuestra geografía, volvemos a las urnas. No olvidemos que, a pesar de que muchos de los que ejercerán este derecho, siempre han vivido en democracia, no hace muchas décadas éste no era posible.

Tenemos la opción de elegir a aquellos representantes, que bajo mi punto de vista, más influyen en nuestro destino. Al menos en la inmediatez del mismo. Por ello estos comicios revisten especial trascendencia. No en vano son los ayuntamientos el medio más importante para transformar la realidad social. Entiendo yo, que el buen gobernante debe de estar allí donde el ciudadano tenga un problema, fuera de su despacho. Debe conocer la realidad in situ de sus vecinos, dialogar, debatir, entender. Acudir a las instituciones que puedan favorecerles.

Épocas pasadas, o incluso la crisis, no son más que excusas para justificar la propia actuación y en muchos casos el inmovilismo. Es necesario mirar al futuro. O ¿es que alguien espera que se resuelvan los problemas por si solos?. ¿Por qué si no, en las mismas circunstancias, unos pueblos crecen y otros no? Quizá sea una cuestión de actitud. Es verdad que muchas cuestiones no son competencia directa del Consistorio, pero donde haya una necesidad, hay una responsabilidad. Supongo que no hubo que esperar a que Aristóteles y Platón disertaran sobre el arte de la política y la oratoria, y que ya nuestros ancestros más lejanos, lo entendieran de esta manera.

Entre las diversas posibilidades de gobierno, con todo lo que éste implica, los ciudadanos deben elegir aquella que mejor represente sus ideales y mejor se comprometa con sus aspiraciones y las de sus convecinos. La campaña electoral es tiempo de promesas que hay que cumplir; y el periodo transcurrido entre elecciones es tiempo de cumplir esos compromisos, es tiempo del ahora, tiempo de la solidaridad, de la salud, de la cultura, del empleo…