La Villa
|Por Fernando Cárdaba|

¡Oh, tú, Sabio Tontonelo, que fabricaste este gimnasio con tan maravilloso artificio, que alcanzó renombre de las maravillas por la virtud que en él se encierra. Yo te conjuro, apremio y mando que aquí y ahora, in situ y continente, muestres a estos señores algunas de tus maravillas para que se contenten sin escándalo alguno!

Este es un fragmento del entremés de Cervantes, “El Retablo de las Maravillas”, una pieza en la que se muestra la destreza de unos cómicos para engañar a ciertas autoridades con un supuesto retablo tan magnífico y exclusivo que sólo pueden verlo aquellos que fueren cristianos viejos y nacidos de legítimo matrimonio. Los cómicos logran el embuste por la amenaza de la falta de honra y de la santa inquisición, haciendo las autoridades patéticos esfuerzos en hacer ver ante los demás que ven… lo que en realidad no existe: hombres míticos derribando columnas, toros, leones, osos, bailarinas… maravillosas maravillas.

Permítanme ustedes la analogía de este retablo cervantino con nuestro Gimnasio de La Villa, puesto que tantas veces renombrado en estos años pareciera que existiera. Tantas veces fue prometido, que percibo sus muros alzarse en tan sólo 3,55 meses; veo abrirse sus puertas y escuchar de dentro los ecos de algarabías de los muchachos en una clase de gimnasia. Sin embargo nada es. Y nada parece moverse para que sea.

Ahora la excusa se llama “problemas de cimentación”. ¿Qué pasa, que al realizarse el proyecto no existían esos problemas? ¿No dijeron técnicos arquitectos que era un buen proyecto con el presupuesto que había? ¿No deberían las empresas que se presentan a licitación saber dónde se meten antes de proponer un presupuesto que influirá en la decisión de quién hace la obra? ¿Habrá un nuevo presupuesto y volveremos a empezar? ¿Nos lo van a seguir prometiendo la siguiente legislatura?

No, no quiero parecerme a los ingenuos personajes engañados de Cervantes, no temo la deshonra ni a la santa inquisición. Lo que temo es que quienes deciden  nos tomen como tales ingenuos ante nuestra pasividad.