Adentrándonos en la obra de la poetisa cuellarana, Alfonsa de la Torre, nos encontramos con un singular ensayo que ella tituló “El Habla de Cuéllar” (1951). Un ensayo inconcluso que figura como apéndice en la recopilación de su obra poética realizada en 2011 por el Ayuntamiento de Cuéllar y Eila Editores. Un documento que se ha podido recopilar gracias a la Real Academia de la Lengua. Ésta dio su permiso para poder obtener y reproducir este trabajo “porque a pesar de estar incompleto sigue siendo un documento muy valioso para conocer las expresiones y vocabulario que utilizaban nuestros antepasados y comprobar que algunas de ellas se siguen utilizando”, según señala la concejala de Cultura del municipio, Carmen Gómez, en la introducción del libro.

“Cuéllar es una villa castellana de la provincia de Segovia y, por consiguiente, su habla, si bien modificada por algunas tendencias comunes al lenguaje popular, no puede apartarse mucho de la lengua propia de Castilla”, así comienza este ensayo de apenas 35 páginas en el que De la Torre puntualiza “Sin embargo, y precisamente por este motivo de encontrarse situada en el corazón de Castilla, es curioso hallar en ella un vocabulario tan rico, tan vario, no recogido hasta hoy por ningún lingüista”. Sobre la población la autora señala que estaba formada principalmente por agricultores cuyos principales cultivos eran de cereal, hortalizas y donde la industria de la achicoria y la resina tiene gran importancia. “Todos ellos, labradores, resineros, industriales, van a aportar su óvolo de vocablos típicos para engrosar el habla común”, afirma la autora.

Rasgos característicos

Para Alfonsa de la Torre los rasgos más característicos de este lenguaje requieren tener en cuenta por un lado la influencia del leonés por ser fronteriza la villa con Valladolid, abundando así vocablos como: moña, moquero, cotubillo, regalicia, rolla… Otras influencias proceden del mozárabe como aballico (ballico) y sobre todo tienen origen musulmán como enjaquimar, alcalcuciarse, algeceras, algorrón… y se refleja también en los toponímicos: aldea, alcoba, alamar… Aparecen también algunos americanismos, que De la Torre apunta pudieron ser traídos de Cuba y otras regiones de América en la época de la conquista, sobre todo señala que son formaciones procedentes del quichua como quinchar, quinchón y sus derivados.

El lenguaje local conserva también arcaismos, así señala que cuenta con “un número sorprendente de verbos, palabras olvidadas y rasgos fonéticos primitivos que únicamente han quedado perpetuados en nuestros clásicos desde el juglar de Mio Cid hasta Juan de Mena en los umbrales del Renacimiento”, así menciona verbos como desputar, embarazarse, menorar, indinarse, ajuntarse, asentarse, dir, desculparse, escalentar…; también nombres como agüela, almario, aztor y autor, insinias, melecina, ñudo, ñublo, quistión, redruejo, conocencia, defunto, estoria, ivierno…; adjetivos: astroso, somero, porfioso…; pronombres como mesmo y mesma y adverbios tales como: en antes y enenantes, antier, dende, ansy, asín y ansina.

Seguro que muchos de estos términos los cuellaranos los han escuchado y escuchan con frecuencia aún en la actualidad en los más mayores y en los jóvenes ya que el vocabulariose va adquiriendo de manera natural y aprendemos de lo que oímos sin cuestionar a veces la corrección o precedencia de los términos.

De la Torre hace también referencia en su trabajo a las particularidades fonéticas del habla de Cuéllar, las cuales señala apenas se diferencian de las castellanas. Los sonidos son los mismos y los vocablos presentan los mismos matices de cerrazón y abertura. “ La consonante palatal LL, se articula con un grado máximo de mojamiento, y en las terminaciones en -ad, -ed. -id, se pronuncian como si la -d final fuera -z. En su análisis De la Torre analiza la aparición de algunas figuras gramaticales en los vocablos cuellaranos como la disimilación de vocales Prencipal por principal, vesita por visita…), y otras que convierte en buerta la huerta, en buevo el huevo o en bueso el hueso.

En cuanto a las consonantes señala la frecuente presencia de epéntesis (añadir algún sonido dentro de un vocablo): alcordarse por acordarse, ansima por asina, atelerido por aterido…; también apunta casos de contracción de palabras, quisió por qué se yo, pachasco por para chasco, en ca por en casa de, contimás por cuanto más, po que por puede que…, estas contracciones es habitual escucharlas aún en el lenguaje local.

De la Torre detectó también algunas diferencias en la morfología de las palabras como el uso del nombre propio o apodo precedido del artículo: La Narcisa por Narcisa y “El Chafa” por Chafa; el uso de -illo en los diminutivos, utilizar una a “protética” especialmente en palabras que empiezan por r- como arrascar por rascar, arrebañar por rebañar…, pérdida de la d- inicial con frecuencia: estrozar por destrozar, espechugado por despechugado…

En sintaxis apuntó es uso habitual de dos preposiciones en aquellas frases en las que aparece la preposición “por” que va precedida de la preposición “a”: voy a por agua en lugar de voy por agua.

El estudio de De la Torre concluye con un diccionario en el que recoje muchas de esas palabras del habla de Cuéllar, no todas, ya que tan solo llegó hasta la letra P.

(“El Habla de Cuéllar (Segovia)”, Alfonsa de La Torre // Boletín de la Real Academia Española, ISSN 0210-4822, Tomo 31, Cuaderno 134, 1951, págs. 501-514)