| Por #alacara* |

Ayer, día 6 de julio de 2017, a primera hora de la mañana, los profesionales sanitarios del Centro de Salud de Cuéllar, realizaban la vacunación generalizada de la segunda dosis del virus del papiloma humano a las niñas de nuestra comarca.

Entre lagrimillas nerviosas y pequeños mareos de nuestras princesas preadolescentes, tras la leve inoculación, se encontraba mi hija, que una vez recuperada, gracias a los atentos cuidados de nuestras enfermeras, salió del Centro, de la mano de su madre.

Cuando nos disponíamos a subir la calle de San Esteban, para dirigirnos a nuestro vehículo, despacito, despacito…, agarradas de la mano y respirando poquito a poco la agradable brisa de este día que ya anunciaba lluvia, tuvimos el mal gusto de “cruzarnos” con el intolerante reprimido que a esas horas salía a marcar su territorio.

Un individuo de unos 50 años, de aspecto, como se suele decir, “normal”, de acento castellano, que probablemente bajaba en dirección al Centro de Salud, del que esperas a esas horas un “buenos días” o “un nada” (sin más…), al llegar a nuestro paso, exclamó: “Vosotras seguro que sois lesbianas desde que nacisteis…

En mi espejismo auditivo, mi hija, que todavía no ha cumplido 12 años, me repetía la frase y me preguntaba: “Mamá, ¿por qué dice eso “este tío”?” Me costó unos veinte segundos reaccionar pero cuando hice, me volví hacia él, que caminaba orgulloso, arrojando bravura, y continuando agarrada de la mano de mi hija, le califiqué con dos adjetivos muy sutiles para lo que ahora me gustaría decirle a la cara. Si lee estas líneas sabrá a lo que me refiero.

La incredulidad y la compañía de una niña me dejaron casi sin capacidad de reacción. Un personaje frustrado, de los que en fechas como la del 29 de junio pasado, se dedican a mostrar su cobardía realizando o apoyando actos en contra de una bandera a favor de la libertad.


(*) Pseudónimo utilizado para proteger la identidad de la menor implicada.