| Por Peña Taurina El Encierro | Fotos: Gabriel Gómez |

Toros de Lagunajanda, de poca presencia, excepto el tercero y sexto que tenían algo más de trapío. El primero tuvo poca fuerza y el sexto recibió un puyazo trasero que determinó su lidia, el colorado cuarto, anovillado, el tercero con raza, segundo y quinto, bravos, excepcionales, con fondo, se les dio la vuelta al ruedo, todos encastados, nobles y con calidad para la muleta. Un tercio de plaza. Los tres matadores y el mayoral salieron por la puerta grande. Una vez más se ha demostrado que el encierro bien realizado, si tiene alguna influencia en la lidia, esta es positiva.

David Mora le tocó en suerte el lote más flojo de la tarde, al que cuidó en el caballo, uno y dos puyazos marcados, recordando la calidad de Orégano, al que indultó en esta plaza el pasado año. Con el primero, un toro que no llegaba a los tendidos por su falta de fuerza, pero que tenía calidad en la embestida, estuvo muy templado, llevándolo a media altura y sin dejar que le tocara la muleta. En la suerte contraria, estocada desprendida, consiguiendo una oreja. Con el cuarto de la tarde, el más alto del encierro, se dobló por bajo y obtuvo dos series de mucha calidad. Estocada en lo alto y oreja. Saludó desde el tercio, Ángel Otero, por dos buenos pares de banderillas.

Juan del Álamo destacó en los lances por verónicas a su primero, con la muleta en los medios estuvo poderoso y profundo, en series en redondo rematadas al hombro contrario con el de pecho. Por el pitón izquierdo la embestida era más brusca, pero logró templarla con torería. Estocada y oreja. El sexto acuso el mal puyazo y se paró, una pena, porque el toro demostró calidad con el percal. Otra oreja, tras circulares, desplantes y muletazos sueltos de calidad, junto con una buena estocada.

Javier Herrero, verónicas aplaudidas de recibo al segundo, se lo saca al tercio con torería, toma distancia, le cita de lejos y las dudas se acaban, el toro embiste y el de Cuéllar le tira la muleta al suelo, templando la embestida, y mandando. Buenos naturales a ritmo de su pasodoble, la faena crece, Javier se lo cree y la banda pone la guinda. Se adorna en los remates y se vacía en la estocada, dos orejas y vuelta al ruedo al de Lagunajanda, excesiva bajo nuestro criterio, porque la bravura también debe demostrarse en el caballo. El quinto, es incluso mejor, recibe dos varas sin empujar, pero el toro en cuanto desaparecen los peones tiene fijeza, ansia de muleta, nobleza y bravura. El torero cuellarano, más relajado, se sitúa en el centro del anillo y nos regala series con mucho gusto, al natural vibran los ¡oles! de la plaza, la faena va a más y el toro es interminable. De nuevo, la estocada arriba, contundente, dos orejas,  y el toro recibe el aplauso de toda la plaza en su vuelta al ruedo.

Una tarde para hacer afición, Javier, profeta en su tierra con la verdad de su toreo, Lagunajanda, una ganadería que nunca olvidará Cuéllar y una tarde que consolida nuestros encierros.