Plaza Mayor de Cuéllar y Ayuntamiento en 1955.

Plaza Mayor de Cuéllar y Ayuntamiento en 1955. |Foto de Rafael cedida por la Asoc. La Plaga|

|Por Isaías Rodrigo “Pache”|

La Junta de Beneficencia en Cuéllar estuvo funcionando hasta 1.940 cuando aparece la Seguridad Social. Ésta cubría las necesidades de la mayoría de los trabajadores, pero antes a éstos se les socorría mayormente con la asistencia del médico de la Beneficencia que correspondía a uno de los titulares, también servía para pagar recetas y en otros casos también se daban unos vales para comprar alimentos, o ropa.

Juntas Parroquiales

En las poblaciones de mucho vecindario, las juntas municipales con la aprobación de su respectivo Ayuntamiento, nombraban Juntas Parroquiales de Beneficencia que eran presididas por el cura de la parroquia y en sus ausencias y enfermedades por su teniente. Estas juntas, además del presidente, se componían de ocho individuos “celosos y caritativos”, vecinos de la parroquia y se renovaban la mitad cada dos años, en virtud de la propuesta de la propia Junta a la municipal de Beneficencia. Entre las responsabilidades de sus miembros figuraban: uno de los individuos desempeñaba las funciones de secretario, otro las de contador, otro las de depositario ya que  se manejaban por estas juntas más fondos que los provenientes de las limosnas de la parroquia, como los que destinaban las municipales por vía de socorro para fines de su instituto. Cuidaban de la colecta de limosna, de las suscripciones voluntarias, de la hospitalidad y socorros domiciliarios, de la primera enseñanza y vacunación de los niños pobres, de recoger los expósitos y desamparados y de conducir a los establecimientos de beneficencia respectivos a los que puedan ser socorridos en sus propias casas.

Las juntas parroquiales debían presentar anualmente a las municipales cuentas documentadas de los fondos parroquiales dando además una idea exacta del estado en que estaban en su parroquia la hospitalidad y socorros domiciliarios

Juntas de Beneficencia

Las Juntas de Beneficencia eran agrupaciones de personas que se encargaban de la administración de las instituciones de beneficencia. En España, había una en cada población como órgano auxiliar de su respectivo Ayuntamiento. En la legislación española de mediados del siglo XIX se estipulaba que en las capitales y pueblos que tuvieran 400 vecinos o más debían componer esta junta nueve individuos: uno de los alcaldes constitucionales, que era presidente nato, un regidor del Ayuntamiento, el cura párroco más antiguo, cuatro vecinos ilustrados y caritativos, un médico y un cirujano de los de mayor reputación.

En los demás pueblos de menos vecindario, se componía la misma Junta de siete individuos. Las Juntas se gobernaban por las reglas que establecía la ley vigente y por el reglamento particular para ellas. Las juntas municipales celebraban sus sesiones en uno de los establecimientos de Beneficencia que juzgaran más adecuado al efecto en los días, forma y modo que prescriba el reglamento.

Entre sus labores: proponer arbitrios para sujetacion y socorro de la indigencia en las necesidades extraordinarias, ejecutar las órdenes sobre mendicidad que le comunique el gobierno por conducto de sus respectivos ayuntamientos, recibir las cuentas de los administradores de los establecimientos de Beneficencia, informar al Ayuntamiento sobre la necesidad de aumentar, suprimir o arreglar cualquiera de dichos establecimientos, cuidar de la buena administración de los establecimientos de su cargo y establecer la más escrupulosa economía en la inversión de los fondos, claridad en las cuentas y el buen desempeño en las respectivas obligaciones de cada empleado, dando cuenta al Ayuntamiento si notasen en alguno poco celo y actividad y suspendiendo en el acto a cualquiera por sospechas fundadas de tortuosos manejos o por otro motivo grave. También debían proponer al Ayuntamiento para los destinos de directores y administradores de los establecimientos de beneficencia las personas que juzgaran más adecuadas, formar anualmente un presupuesto de gastos para el año siguiente y la estadística de beneficencia de su distrito, pasando uno y otro al Ayuntamiento para su dirección ulterior y presentar anualmente al Ayuntamiento cuentas documentadas de los fondos invertidos en la hospitalidad y socorros domiciliarios.

Para que la vigilancia de estas Juntas sobre los establecimientos de Beneficencia fuera más efectiva, nombraban para cada uno de dichos establecimientos un vocal, que con calidad de visitador estaba encargado de observar frecuentemente si se cumplían en él los reglamentos, si los empleados desempeñaban su obligación y si los pobres estaban bien asistidos.

Ha habido muchos años en los que sobraba esta institución pero los tiempos han cambiado y hoy por la crisis que padecemos hay mucho paro y a estas personas se les da un socorro, aunque sea con otro nombre,  se trata de socorrer a estas familias, igual que así fue en aquellos lejanos tiempos a través de las Juntas de Beneficencia.