|Por Mónica Rico|

En la villa en la que el tiempo parece paralizarse cuando ocurren grandes eventos, como es el caso de las fiestas de los encierros, el pasado fin de semana se ha celebrado la Feria Comarcal, una gran cita, también grande en duración. Cuatro días de intensa actividad que sitúan a Cuéllar en el calendario provincial, lo que no es fácil. Pero no, esta vez no voy a hablar de la Feria, ni de Cuéllar. Porque el ‘domingo de Feria’ también se celebraba el Día de la Madre, lo que para algunos será un invento de unos grandes almacenes, pero para mí, desde que soy madre, es una fecha que reivindico.

Y no por los regalos, o por un desayuno en la cama, unos garabatos de mi pequeño o un beso y un abrazo (que también), sino por lo que para todos y cada uno de nosotros supone o ha supuesto la figura de nuestra Madre. Sí, con mayúsculas.

Yo tengo la suerte de tenerla conmigo, y ella es para mí todo lo que yo pretendo ser un día para mi hijo. Mi madre es vital, jovial, divertida, única, una mujer increíble, luchadora, trabajadora (no acabaría con los adjetivos), que lo ha dado todo para que sus hijos pudieran tener una vida mejor que la suya. Y así ha sido. Y así son las madres, esas que parecen multiplicarse cuando las necesitas, que tienen seis brazos con los que al mismo tiempo que te da de comer, te abraza para que no sufras. Y unas rápidas piernas, para llegar corriendo cuando te caes o estás a punto de desfallecer. Y una gran fortaleza, pues siempre te levanta. Y esos consejos, que nunca fallan. Porque mi madre, al igual que todas, siempre tiene razón. Aunque al principio me costaba reconocerlo y parecía que estaba equivocada en todo. Eso fue durante la confusa adolescencia. Luego llegó la etapa de ser mi amiga y mi confidente. Esa que aún dura.

Muchos de los lectores no tendrán la suerte de tenerla consigo físicamente, aunque estoy segura de que su madre aún les acompaña en cada uno de sus pasos. Porque una madre no te falla nunca.

Tampoco quiero olvidar me de esas madres ‘sustitutas’, aquellas personas que cuando nuestras madres ya no están, se encargan de querernos, cuidarnos y mimarnos como ellas lo hubieran hecho. Seguro que todos contamos con más de una persona así entre nosotros. Valorémoslo.

Por todo ello reivindico el Día de la Madre, porque a veces se nos olvida lo importantes que han sido y son en nuestro día a día. Por todo lo que han hecho y continúan haciendo por nosotros. Y si el pasado domingo, olvidamos felicitar a nuestras madres, ellas no nos lo tendrán en cuenta. Pero una llamada, un beso o un abrazo, una palabra cariñosa o un te quiero, harán de ellas las personas más felices del mundo. ¿No? Hagamos la prueba.