|  Por Francisco Salamanca  ||  Fotos: Gabriel Gómez  |

Feria Taurina de Cuéllar de 2018. Primera de abono
Corrida de rejones. Los toros de La Glorieta, el primero y el segundo cortos de presentación y correcta la del resto, fueron descastados, nobles. El primero, segundo, tercero y quinto mansearon tras el de castigo; aguantaron la lidia el cuarto y el sexto.
Apenas media entrada en tarde calurosa.  Los tres caballeros salieron por la puerta Grande.

Andy Cartagena en su primero, un torete cerrado en tablas que necesitó ayuda constante de los peones, clavó dos buenos palos con Picaso, algo pasado a estas alturas de la temporada, arriesgó con Brujita en las cortas, siendo alcanzada en el encuentro. Rejonazo infame, muy caído y trasero. Oreja tras petición. Con el cuarto, el mejor del encierro, el de Benidorm clavó y clavó, hasta que se acabó la madera para hacer más palos; nueve banderillas recibió el morlaco de todo color y tamaño: un despropósito. Mucho apoyo en los bocados y excesivas protestas de algunos de sus caballos. Brilló con Luminoso, el albino Lusitano que es capaz  de cruzar el ruedo de manos sobre sus patas, después de un buen par al estribo. Rejón en su sitio a toro parado, que necesitó de descabello. Y llegó el espectáculo: fuerte petición, el peón con el rabo del toro encarándose a la presidencia y provocando al público, el Sr. Cartagena con el espectacular Pintas aumentando la presión e incluso dos areneros reclamando al presidente, rastrillo en mano.

Leonardo Hernández destacó con Sol en un par de banderillas cortas a un toro muy parado que recibió con el de muerte, un pinchazo, metisaca trasero y caído y un rejón de buena colocación. Petición  y oreja.  El quinto lució hasta nueve palitroques en el morrillo, excesiva madera para el de la Glorieta, que terminó aburriéndose e intentó tumbarse. El toro parado recibe un rejón de frente y el caballo el encontronazo correspondiente, los peones en la rueda tumban al toro. Dos orejas.

Joao  Telles es un rejoneador de dinastía, exhibió una monta exquisita sin abusar de los hierros, pero estuvo inseguro en los terrenos del toro. Con su primero, un toro sin fijeza que aguantó con cierto decoro la lidia, estuvo anodino el portugués, subió algo la temperatura del tendido con dos rosas de correcta ejecución, previas a un pinchazo y rejonazo infame, muy caído que le sirvió para obtener una oreja del público. El sexto lució los nueve palitroques sobre el lomo, no iba a ser menos y tras otro bajonazo, metisaca miserable por parte de uno de los peones de la cuadrilla, antes de retirarle el estoque y descabello, el público entregado le concedió la oreja.

Mucha madera, muchos trofeos, el reglamento que no estaba, los toros, protagonistas inexistentes, menos público, poco toreo a caballo y mucha fiesta de pañuelos. ¿Amortizar la entrada?, cosas de plazas de carros.