Ricardo Ramos y Javier Santos durante el concierto ofrecido en San Andrés.

Ricardo Ramos y Javier Santos durante el concierto ofrecido en San Andrés. |Foto: Gabriel Gómez|

|Por Jesús Eloy García Polo|

Dulzaina y órgano son dos instrumentos que muy pocas veces podemos escuchar juntos. Los dos están acostumbrados a sonar por su cuenta, uno para danzas y fiestas, el otro para rezos y ritos. Pero ahí estaban, en la Iglesia de San Andrés, sonando juntos de la mano… de la mano de Ricardo Ramos y Javier Santos.

Suelen ser instrumentos solistas, el órgano porque no se puede mover y la dulzaina porque tiene una afinación tan rara que le resulta muy difícil hallar amigos. Me he encontrado una vieja cassette, del año 1979, con el primer experimento de dulzaina y órgano, realizado por Joaquín González, un discípulo de Agapito Marazuela, y Pedro Aizpurúa, con temas folclóricos armonizados por Joaquín Díaz. Luego ha habido nuevos encuentros por Castilla y León, pero no demasiados, por las dificultades que entraña. El sonido en San Andrés es infinitamente mejor que el de la vieja cassette. Ha sido un sonido totalmente empastado, donde la dulzaina parecía la trompeta más brillante del órgano. Este órgano de San Andrés está afinado un semitono bajo y ha hecho más fácil la unión de los solistas. Pero no hay que agradecer sólo eso, sino el trabajo de buscar y adaptar las partituras, el disponer de las composiciones frescas de Alfonso Mª Frechel y la capacidad de abrir nuevos caminos para que la música nos llegue a todos en las formas más ricas y variadas.

El público llenó el templo para contemplar este singular concierto.

El público llenó el templo para contemplar este singular concierto. | Foto: Gabriel Gómez |

Hemos escuchado cosas muy serias de J.S. Bach, obras religiosas de Frechel y unos cuantos “bailables”, gavotas y minuetos del Renacimiento y del S. XVII. Un concierto completo, con un sonido inmejorable porque esta música sólo puede sonar bien bajo las bóvedas de los templos, aunque muchas veces sea profana. Aún hoy tenemos que agradecer a los protestantes el empujón que dieron para introducir en las iglesias una música renovada para todas las liturgias. Como respuesta a ello, todos los templos católicos se llenaron de magníficos órganos y organistas, que aún hoy podemos disfrutar gracias al esfuerzo de unos pocos.

La iglesia de San Andrés estaba llena de un público variopinto, en edad, sexo y condición, lo que engrandece el sabor de esta música, que en realidad no es fácil de escuchar, pero que todos llegamos a sentir cercana porque sabíamos que estábamos en un concierto especial, fuera de lo común y difícil de repetir.

La gente de la Escuela de Música tiene que continuar con estos Conciertos. Es la música en estado puro, fuera de circuitos comerciales y de publicidad. Son músicos, ya de gran calidad para un público que tratamos de aprender poco a poco, disfrutando y agradeciendo que hagan estos Conciertos para nosotros. Gracias.