||Pablo Quevedo Lázaro (periodista)||

Tengo la enorme fortuna de participar en un selecto grupo de pintores cuellaranos que al menos dos días a la semana nos reunimos para ejercitar (o intentarlo) esta afición que nos une por las bellas artes.

Es el denominado Colectivo Carchena, nombre que recibe del caserón histórico cuellarano en cuyo altillo lleva ubicado el atelier desde hace una treintena de años. A lo largo de este tiempo, este estudio taller ha acogido a artistas de la talla de Florines o Kanando, entre otros muchos, así como al pintor de Hoyuelos Pablo Sevillano, muy vinculado con Cuéllar y residente actualmente en la vecina Viloria del Henar.

Pablo Sevillano es el profesor de este atrio de artistas. Sus clases son deliciosas lecciones de arte, en las que la instrucción en la técnica pictórica se adereza con la pasión y la amplia paleta de conocimientos que cultiva este renacentista desubicado en pleno siglo XXI.

Con la misma templanza con la que guía el lapicero surcando la grama del papel, Sevillano te habla de otra de sus pasiones, la elaboración del vino (su tinto Mora Roja), y de la emoción que siente al palpar cada racimo de tempranillo durante la vendimia.

Sevillano desliza por la urdimbre del lienzo el pincel aceitado con carmín de garanza, al tiempo que evoca el color de la flor del cantueso en esta explosiva primavera que permitirá a sus abejas fabricar ese néctar de dioses que es la miel, la Miel de Pablo.

Yo no paso de mero aspirante a aprendiz que se ha colado en este heterogéneo colectivo de gentiles artistas, en el que están Miguel Vidal, Manoli Tabuenca, Henar Rodrigo, Conchi Quevedo, las hermanas Rosa y Marta Calvo, las jóvenes Alba y Beatriz, Alfonsa Laguna, Manuela Calvo y Puri Arranz.

Son, somos, los pintores de Carchena, aunque no los únicos de Cuéllar, donde existen otros grupos de pintura con buenos aficionados de un nivel ya meritorio en el dibujo ó el óleo. Cito a Isaías Salamanca, Carlos de la Rosa, Antonio Yagüe ó Tomillo, aunque sin duda son muchos más los que debería nombrar.

Va a ser, pues, que Cuéllar es tierra abonada de artistas, una Provenza en la meseta castellana desde los tiempos de Gabriel de Cárdenas Maldonado, en la que nacieron o vivieron los Alfonso Montero, Cepeda, Pascual, Ángel Salamanca Ortega, César Gil Senovilla, Eduardo Gil Agüero, Eulogio (magnífico copista del Prado)…, además de los ya nombrados Florines, Kanando y Pablo Sevillano,

Uno de los pintores cuellaranos que más se está prodigando en la actualidad, con gran proyección y éxito, es Alfonso Rey Senovilla (1966). Estos días pasados, Alfonso ha expuesto en el Hotel Puerta de Armas de Sevilla, coincidiendo con la celebración de la feria de la capital hispalense, donde ha repetido después de la exposición que presentó en la última Semana Santa.

“Cristos y Toros” ha sido el título de ambas exposiciones, en las que el artista cuellarano ha reunido una treintena de pinturas, de marcado contenido religioso la primera de ellas, y taurino, como no podía ser menos, la segunda, utilizando como soporte la tabla y como técnica el acrílico.

Además de unos conocimientos amplios y cabales del arte de Cúchares, Alfonso demuestra una sensibilidad peculiar y extrema al reflejar en su obra los toros en el campo, los caballos en movimiento, las faenas en la dehesa, los pasajes de la lidia o los retratos de toreros.

A estos motivos tradicionales, ahora se suman los de carácter religioso, con las imágenes de la Macarena ó el Cachorro, donde trasciende también una honda reflexión sobre la imaginería sevillana.

En este listado a vuelapluma y sin criterio de artistas vinculados con Cuéllar quiero incluir, entre otros aspectos porque llevamos la misma sangre, a Javier Senovilla, un profesional de la imagen, más conocido en Cuéllar quizás por sus fotografías y sus películas documentales, pero quien esconde un prodigioso manejo de los pinceles y a quien no le asusta en absoluto la experimentación.

Senovilla colgará próximamente en el interior de la iglesia de San Pedro de Cuéllar (Bar La Cúpula) una transgresora exposición que a más de uno va a dejar con la boca abierta y la cara ojiplática.

Y en un último salto de mata, dirijo la mirada al doblez de la hoja en la expresión artística, una arista más que requiere amplitud de miras, un vagón de lecturas y una pila de conocimientos. Me refiero al mundo del coleccionismo.

He podido comprobar cómo en las paredes de muchas viviendas de Cuéllar cuelgan obras pictóricas de extraordinaria calidad, que manifiestan la finura del gusto de sus moradores.

El propio alcalde de Cuéllar, Jesús García Pastor, es un amante del arte que atesora una colección de obras en sintonía con sus gustos y predilecciones.

Pero el conjunto de piezas artísticas que más me impresiona por su extensión, variedad y riqueza es el de Cayo Quintanilla Senovilla, empresario nacido en Cuéllar como delatan sus apellidos, aunque residente desde niño en Madrid.

Cayo, a quien en Cuéllar también llamamos Noé, practica desde hace años un vicio bendito como es el de acudir todos los domingos (a esa hora en la que empiezan a poner las calles) al Rastro madrileño. Esta circunstancia le ha conducido a reunir una impresionante colección que va desde pinturas de todas las épocas, con predominio del XIX y el XX español, al arte africano (cuyas máscaras han servido de fuente de inspiración para Picasso, Matisse, Modigliani y tantos otros) y en la que Asia empieza a ocupar un puesto relevante, con piezas chinas y japonesas de un gusto estético fuera de lo común.

Es muy posible que este mismo verano podamos ver en Cuéllar una fabulosa muestra de dibujos de la colección de Cayo Quintanilla. Estén atentos y no se la pierdan.

Este humilde aspirante a la nada que soy en el océano del arte pide perdón en primer lugar por las decenas de nombres que no cita y no quiere despedirse sin una reflexión con aire reivindicativo. Y es que ¿no hay motivos suficientes para que Cuéllar recupere el concurso de pintura rápida?.