|Por César Quintanilla| 

Amanecía bajo una intensa y fría helada, pude ver a través de la ventana esos churumbeles de hielo colgando de las tejas, en la calle hacia mucho frío y sin embargo en aquel sencillo hogar hacia calor, las arandelas de la cocina un poco arqueadas por el tiempo, comenzaban a ponerse rojas, un olor a café de achicoria inundaba el espacio de aquel habitáculo tan reducido que llamábamos cocina, un fogón, un cesto de piñotes y sobre la chapa de la cocina un cazo de agua calentándose.

Me había levantado muy nervioso, sobresaltado y ansioso por ver que me habían echado Los Reyes. Desde mi cuarto baje de dos en dos las escaleras resbalando varias veces por culpa de aquellos hules dichosos, por fin a la vista sin estar envueltos en papel de regalo y junto a la ventana tenía los regalos. Perdida la esperanza de lo que realmente quería como regalo de Reyes, quité la tapa de aquella caja que contenía piezas de madera  llenas de colorido, era un juego de arquitectura, un puzzle a palabras de hoy día, un juego para conseguir poner en lo alto esa ultima pieza que era el arco del triunfo a veces de color rojo a veces azul, al lado de esa caja colorida un Hacha de Jerónimo un indio idolatrado por los críos de aquella era infantil y muy cerca del hacha de Jerónimo con el que luciría mi poder, una pequeña caja de cartón circular que contenía una dulce y vistosa Anguila de Mazapán .

Aquella Navidad de hace más de cincuenta y cinco años terminaba habiendo cumplido todos los ritos de una época, de una tradición impuesta por el infinito de los años, por los miedos del momento político, por vivir bajo una religión no escogida, yo era sencillamente un niño y no conocía el odio, ni la maldad de un régimen, ni tampoco la soberbia de quienes tenían por costumbre aparentar alguien que no eran.

¿Por qué odiamos esa Navidad ?, me incluyo entre quienes en algún momento de sus vidas han querido saltar ese puente hacia la Navidad, fueron tiempos de dudas, de desacuerdos, de percibir el derroche banal. Jhon Grisham narra muy bien ese deseo en un libro titulado Una Navidad Diferente, una comedia escrita con un estilo que no es el suyo de juicios, jueces y abogados, pero que sí intenta hacer ver cómo se odia una festividad por la simple razón de aparentar una lujuriosa y falsa realidad, e insta a sus intérpretes a dar un salto en el tiempo, haciendo un viaje, que desgraciadamente desata insólitos acontecimientos.

Lo cierto es que cerramos los ojos y dejamos que nos lleve la corriente. Hoy bajo el Árbol de Navidad ya no sólo son los regalos de Los Reyes Magos, aquel juego de arquitectura, aquel hacha o la anguila, porque antes ha de llegar una tradición ajena completamente a nosotros y veremos al barrigudo Papá Noël trepando por una cuerda hacia nuestras ventanas. Pagaremos a sobre coste los dulces y manjares del mar y la tierra, luciremos lo último en tecnología, y comenzaremos la cuesta de enero, sacando brillo a nuestras tarjetas de crédito y tendremos mazapanes hasta después de carnavales. ¿Odiamos la Navidad por eso?, o quizás podríamos preguntarnos si todo lo que odiamos es algo que nosotros mismos generamos sin que la Navidad sea culpable de tal derroche.

Existen muchas dudas sobre el nacimiento de Cristo, aumentan a medida de que muchos de nosotros vamos entrando en años y surgen las preguntas, las dudas. Es La Iglesia la misma que viste y calza la de aquellos años de nuestra infancia, o es el hombre quien con el paso de los años superpone nuevas costumbres. Hoy el papel de regalo con el que se envuelven los regalos en Navidad, juega un papel muy importante, ilusos somos en diseñar un momento lleno de expectativa dejando que nos puedan los momentos de vanidad. Llenamos las calles de luces a colores y bajo esas estrellas caminamos dejando de lado que el significado de la Navidad es otro; reniegas la Navidad y sin embargo entras en la espiral de los vicios sin mirar el que puede ser una hipoteca para varios meses.

La Navidad lejana de nuestra infancia lucha por hacerse fuerte en nuestro corazón, creemos que odiando esta festividad alejaremos aquellas enseñanzas que nos engendraron, nada más lejos de la realidad. Somos débiles ante tantas dudas y sin querer nuestra imaginación retrocede volviendo a sentir el tacto de los hielos en los tejados, el olor del hogar, el sabor de aquella anguila de mazapán o el sonido del tenedor rascando una botella de anís.

No odiamos la Navidad, odiamos el cambio que nosotros mismos hemos hecho de un tiempo en el que significa felicidad para los niños, recuerdos a los mayores que se nos fueron y sosiego para quienes no odiamos la Navidad porque aunque sea un cuento infantil, nos gusta ser infantiles, aunque no esperamos regalos de Reyes, los deseamos, aunque no queramos …… La Navidad es parte de nuestra vida.

– ¿ Que te han echado Los Reyes ? – A mi un Hacha de Jerónimo ¿ y a ti ?

– Un juego de bolos y una armónica ………

Haz que regrese en ti ese niño por Navidad, no la odies.

Por cierto FELIZ NAVIDAD ………..