|Por Mónica Rico|

Las redes sociales han supuesto un gran avance en nuestras vidas. Permiten acercarnos de forma rápida e instantánea a otros lugares del mundo e incluso a la gente que no tenemos cerca. Nos permiten tener información rápida y certera de lo que está ocurriendo allí donde nos interesa e incluso podemos verlo en imágenes. Son una gran ayuda para muchos en el trabajo, un lugar donde pasar momentos de ocio y donde expresar nuestras opiniones.

Aunque la libertad debe estar por encima de todo, en muchas ocasiones las opiniones de quienes comentan pueden no estar en consonancia con las nuestras. Ello puede dar lugar a bonitas conversaciones, discusiones y cambios de puntos de vista que, desde el respeto, pueden llegar a ser una fuente de conocimiento y de empatía, tanto para los que escriben como para el lector.

Sin embargo, estos días he podido observar cómo las faltas de respeto se sucedían en las redes. Soy cuellarana, y casi de forma intrínseca por ello soy taurina. Pero no experta, ni siquiera aficionada. Me gustan los encierros, los de Cuéllar especialmente, y soy defensora a ultranza de ellos. Y los toros me dan mucho miedo. Paso verdadera angustia en los momentos de peligro por el campo, cuando tengo oportunidad de verlos, y cuando soy testigo de cogidas en las calles. Creo que nadie me debería criticar por ello, aunque podrían.

Ante los acontecimientos ocurridos este mismo fin de semana en Peñafiel, con un gran aficionado a estas carreras y una gran persona, leía atónita en las redes sociales cómo se anteponía la vida del toro a la de un ser humano. Y pensaba en su familia. Y en mi familia. Y en la familia de todos a los que alguna vez les ha podido ocurrir algo similar. Perder un ser querido es muy duro, y más si es joven y tiene toda la vida por delante. Pero si además del dolor tienes que sobrellevar ser pasto de las críticas de personas que ni te conocen, el desconsuelo y el pesar pueden ser increíbles.

Acompañar, animar y mostrar el pesar por la pérdida es lo que yo pediría para mí y los míos ante una desgracia. Y por ello es lo que me gusta hacer. Criticar o perder las formas no son cuestiones agradables en esos momentos, y menos cuando ni siquiera conoces a la persona. Respeto. Esa es la palabra. Humanidad y empatía. Ponerse en el lugar de otro y darse cuenta de que no está viviendo un buen momento. Eso deberíamos poner en práctica, en la vida real y en la que nos encontramos a través de las redes. Y ayudar así a todos aquellos que pasan por un mal trago. Y aplicar el proverbio árabe, que después adaptó El Último de la Fila en uno de sus temas: “Si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir”.