| Por Aurora Hernández (Samboal) |

Necesito explicar lo que me pasó el sábado 6 de enero sobre las 16.30 cuando me encontraba con mi marido y mi hijo de 12 meses en Tres Cantos (Madrid), dispuestos para salir camino de Olmedo (Valladolid).

Ante la situación meteorológica de ese día, consultamos la página de la DGT para ver las incidencias que se producían en la A-6; la misma nos indicaba que el tráfico era normal, por lo que iniciamos el trayecto.

Sobre las 18.00 horas, ya en la A-6 a la altura del Espinar (Segovia), nos quedamos atrapados por la nieve. La desesperación y con un niño, intentamos salir de allí (como hacían el resto de vehículos), agotando casi todo el combustible que teníamos.

Sobre las 00.00 horas, como creo que cualquier madre desesperada haría por su hijo, llamé al 112 pidiendo carburante para poder mantener el calor del vehículo; después de tomarme los datos me dijeron que se pondrían en contacto conmigo, lo que hicieron al rato, comunicándome que la Guardia Civil vendría a ayudarnos, lo que nunca llegaron a hacer; Hice numerosas llamadas al 112 y la DGT (aquí ni contestaban, saltaba un contestador automático). Solo quien haya pasado por una situación parecida puede comprender la angustia, el sufrimiento y la impotencia que se siente.

Sobre las 3.00 horas empezamos a ver circular en el sentido contrario a la UME y Guardia Civil, que no prestaban ayuda a las personas, ni siquiera informaban de la situación. Ya, con las primeras luces del día, salté la mediana (si, una imprudencia), mi hijo necesitaba atención. Otras personas también la saltaron por el mismo sentimiento y necesidad. Pude hablar con un miembro de la UME. Le pedí gasoil y le supliqué que sacaran a mi hijo de aquella ratonera, que un familiar iría a recogerle; me dio igual, su misión parece que era más global, no tan individual.

Sobre las 11.30 horas, por fin, pasó una máquina quitanieves, y salimos gracias a la ayuda prestada y solidaria entre los allí atrapados, empujando coches y hundidos hasta la cintura, y después de casi 20 horas de infiernos, en las que las personas, que éramos personas las que estábamos allí, pasamos sed, frio, defecamos y sufrimos en un habitáculo y condiciones que a nadie deseo, y menos cuando decimos que nuestra sociedad es la Sociedad del Bienestar.