Traslado campestre de uno de los encierros de 2019. | Foto: Nuria Pascual |

| No ha sido la primera vez que no se celebran las Fiestas en honor a nuestra Señora del Rosario o de Santo Tomé |

| Por Juan Carlos Llorente |

Dos años sin poder “encerrar” el ganado bravo, hecho que es tan intrínsecamente sustancial en la vida anual de los cuellaranos. No es la primera vez que no se celebran las Fiestas en honor a nuestra Señora del Rosario o de Santo Tomé. Guerras, pestes, hambrunas y penurias económicas, han hecho que los respectivos ediles concejiles, determinaran suspender las Fiestas, algo que se constata a lo largo de los siglos XVII, XVIII, XIX, XX y, ahora ya, en el XXI. Los drásticos hechos que determinaron la suspensión de las Fiestas, han marcado y marcan un antes y un después de la suspensión, que en el diálogo coloquial, se traduce en un “eso fue antes de la guerra en el año tal… o aquello sucedió ya después de la pandemia o de la peste del año cual, en que no hubo toros…”.

En algunas décadas del siglo XVIII, las actas municipales nos dicen de la celebración de las Fiestas del Rosario cada dos años, por la penuria económica de las arcas municipales, como señalaré más adelante. Pero además de éste, que sería un largo anecdotario de suspensiones, hay otro anecdotario mucho mayor en torno a las Fiestas de la Villa. El cuellarano Francisco García Sánchez realizó, hace ya algunos años, un trabajo que tituló “Estudio histórico introductorio a la interpretación de los encierros de Cuéllar”, al que he tenido acceso y que está sin publicar; atractivo referente para aquellos que se interesen por fiestas tan antiguas y populares como las de Cuéllar, con un contenido plagado de anécdotas históricas de las que expongo algunas.

En el mes de julio de 1608, en las actas municipales se da cuenta de un acuerdo que  se tomó por el Concejo  “acordaron que, atentos a la Cofradía del Rosario de esta Villa y su fiesta, ese día se habrían de correr los toros en la Villa, que se les ayude con un toro y con eso cumpla la Villa con su fiesta y ellos los encierren por su cuenta”.

Es lógico pensar que cuando hay toros en la Villa, antes ha habido que encerrarlos. A veces, el Concejo comisionaba a algunos caballeros para ir a por los toros a lugares tan alejados como Zamora, pero se constata que en la Tierra de Cuéllar se citan lugares donde había ganado bravo de donde se traían, como Sanchonuño, Buengrado, Torregutiérrez, los Manes (entre Escarabajosa y Bahabón), Santibáñez de Valcorva, San Miguel del Arroyo, y la propia Villa, donde había grandes corralizas en las que se encerraba el ganado que, en temporadas, se trasladaba a los prados Vega y Camadal. A veces, se traían toros de zonas afamadas por sus ganaderías como eran las del Raso de Portillo. Los toros, algunas veces, eran devueltos a sus propietarios. Si eran de muerte, se hacían cargo de ellos las “carnicerías” de la Villa para su venta como carne.

El 25 de junio del año 1610, las actas municipales recogen la siguiente nota:  “ …que se den 50 reales para las Fiestas del Rosario. Ese día se pidió por los cofrades de Nuestra Señora del Rosario les ayudase esta casa con alguna limosna para ayuda a las dichas fiestas de este año, e por sus mercedes visto acordaron se dé libramiento para el mayordomo de la Villa y arrabales para que les de cincuenta reales y así mismo se les preste los carros para los tablados.”

Se va evidenciando así la colaboración estrecha de Ayuntamiento y Cofradía del Rosario en cuanto a la celebración de la Fiesta.

Es curiosa la cita que recogen las actas municipales del año 1617, en que se anota: “Este día se acordó que en Buengrado haya fiesta de toros según costumbre; se encarga encerrar los toros a Pedro Santos y Alberto Pérez…”

Teniendo en cuenta que las Fiestas del Rosario acontecían en torno al primer domingo de julio, por la celebración de la Visitación de la Virgen a su prima Santa Isabel, el 24 de junio de 1741 se reunió el Concejo y se anotó al respecto, en las actas municipales, lo siguiente:

Sobre que sea la Fiesta de Nuestra Señora del Rosario de dos en dos años. Teniendo presente este ayuntamiento y señores de él, la contrariedad de los tiempos y los repetidos donativos repartidos en cereal a los pueblos y con especialidad otras cargas que se suministran por esta Villa y su tierra con la venida anual de sus majestades al real sitio de San Ildefonso, como así mismo los crecidos gastos que se subsiguen a los regidores y mayordomo de la Cofradía de Nuestra Señora y vecinos de esta Villa, celebrándose la función de toros en la conformidad acordada y para que no desfallezcan los ánimos y devoción de dicha milagrosa imagen, atendiendo sus mercedes a que no se oscurezca devoción tan solemne y que no se deje de concurrir con los cultos devotos que se merece tan Soberana Reina, determinaron dar parte al cabildo eclesiástico y cofradía de Nuestra Señora del Rosario de este presente año, del estado en que se halla esta república y lugares de su comprehensión, y que siendo del agrado de dichas comunidades se diera DOS AÑOS, y que al siguiente, se celebren así como la función de Iglesia como la profana…”. Pero la crisis continuó durante las décadas siguientes en que sólo se celebraba la función religiosa. Según señala García Sánchez en el mencionado trabajo, no reaparecen las Fiestas del Rosario con los toros hasta 1792.

Se evidencia, pues, ya en el siglo XVIII cómo el Ayuntamiento estaba comprometido con la celebración de las Fiestas del Rosario, a las que alude siempre “desde tiempo inmemorial” respecto al patronazgo de la imagen titular del Rosario.

Los tiempos han cambiado, pero la costumbre de “encerrar toros” perdura cuando se celebran las Fiestas de Nuestra señora del Rosario. Esperemos que un paréntesis como el sufrido durante estos dos años, no vuelva a suceder y que las fiestas del presente año sean del tan deseado disfrute de los cuellaranos y de todas aquellas gentes que se acerquen a la Villa.