Isaías Rodrigo tras la presentación de su último libro.

Isaías Rodrigo tras la presentación de su último libro. |Foto: Gabriel Gómez|

| Por Pablo Quevedo Senovilla
 `Un día de verano la siega avanza, la cosecha granada, trigo y cebada llenan las paneras como nunca lo hicieran´.

Isaías Rodrigo Criado (PACHE)

Un cuellarano nacido el 6 de julio de 1924 con unos estudios primarios bien aprovechados. Su jubilación fue para sembrar cultura en las parcelas de esta tierra gris y gredosa: cuesta Castilviejo, las Lomas, la Florida, las Maravillas, los Encaños, Baldiaca, Valderrojel, Valdefrancos, Salinero, la Moña, Carcabón, el Juncal, Barco Valhondo y más… Todo rodeado como una isla por un maravilloso mar de pinares donde las mejoranas, cantueso, perpetuas, jaras y retamas nos envían unos olores agradables, envueltos con el perfume de la trementina que destilan los pinaster que gota a gota la resina o miera sale lentamente sin ruido del interior del pino. Quien más nos cuida es la naturaleza que nos proporciona lo más básico, sin pedir nada a cambio.

Isaías Rodrigo es parte de esa naturaleza y en sus cuatro libros nos ha sembrado infinidad de semillas donde el lector puede recolectar ahora la cosecha y volver a sembrar.

Su primer trabajo: “Cuéllar, crónicas municipales de la ilustre villa en los años 1900-1994”, editado en el año 1996. Prólogo de D. Ramón Velasco San Miguel.

Con pocas palabras nos hace una referencia de un soneto escrito como el culmen de la intelectualidad vasca Miguel de Unamuno.

A nuestro glorioso idioma de claros sonidos vocales y con representación gráfica invariable, hablado en los cinco continentes.

En este primer libro podremos acariciar sus palabras ordenadas en décadas y obtener los conocimientos de la esencia de un pueblo trabajador y humilde.

Isaías ha realizado un trabajo de hormigas y abejas dejándonos plantado un árbol con miles de palabras, sin él, Cuéllar hoy sería como la olma de la plaza  de un pueblo, seca y sin vestido verde. Su hijo Pablo nos indica en su epílogo que su padre ha recopilado tanta información por el gran cariño que tiene a Cuéllar y siempre vivió en la villa.

Su segundo libro escrito en el año 1998 “Entre toros y limonadas” prologado por Segundo Velasco Fernández, con un gran cariño que siente por todo lo cuellarano, al haber nacido en esta villa. Con sus recuerdos inicia el camino en la plaza mayor cuando de niño se oía que llegaban los toros.

Las páginas de este libro le sugieren multitud de comentarios.

Mi comparación fluye sobre un viento que suavemente acaricia a todos por igual, no hay diferencia de clases, el pueblo llano agitado por unos días está sumido en sus fiestas y sus costumbres, grita todo lo que puede, sacando alegría dentro de su pobreza, los muchos y sus riquezas, los menos.

Es un libro donde Isaías ha dejado con pisadas fuertes y bien señaladas todos los recuerdos de las fiestas, con fotografías difíciles de conseguir hoy en rincones perdidos. Un trabajo muy laborioso y bien ilustrado, bien hecho para siempre.

Libro tercero: “Lo que el viento se llevó” es el recuerdo de costumbres y oficios de Cuéllar. Prologado por Salvador Guijarro Callejo.

Un hombre que siempre defendió las buenas costumbres de Cuéllar con una lucha constante por el medio natural, manejando con soltura las palabras sembradas por Isaías Rodrigo.

En este libro que vio la luz el año 2005, haciendo un resumen muy interesante e intenso para la información de los lectores, Isaías encuentra entre archivos los libros perdidos, cajones de armarios, mesillas, librerías, mochilas, desvanes de casas viejas, bureaux y otros muchos lugares escondidos, unas fotografías inéditas, unos relatos y anotaciones que solo él ha podido recopilar y darlo vida con sus ungüentos medicinales.

Los lectores que hemos conocido y vivido día a día estas épocas pasadas, damos gracias a este hombre que ha sabido plasmar  con letras y fotografías muchos recuerdos perdidos.

En esta ocasión no quisiera ganar la etapa de la montaña, es muy pendiente para un humilde ciclista que nació en 1939 y fue a la escuela sin maestro, pasó una vida de niño harapiento y se le quedó grabado la diferencia de clases y libertades. No es oro todo lo que reluce.

El cuarto y último libro “Juegos de antaño, los quintos y sus coplillas” nació en el año 2011 como una primavera espléndida donde todo nace en colores y la tierra se viste de fiesta.

Prologado por el periodista Pablo Quevedo Lázaro, un malabarista con su pluma, donde da vida a todo que pilla en blanco, con palabras volando suavemente, desgranadas de semillas de arce, con sus recuerdos de niño en la plaza de la Huerta Herrera, constituía un microcosmo en el que la calle bullía de vida todo el año. Decenas de niños invadían el espacio. No nos cansábamos nunca, superando con creces y sin que nadie lo impusiera, las 65 horas semanales de juegos infantiles en la calle.

Un día se nos ocurrió hacernos mayores y toda nuestra infancia desapareció de un plumazo.