|Por Francisco Salamanca|

En tarde agradable, con menos de media entrada, se lidiaron cinco toros de la ganadería de Lagunajanda (primero, segundo, tercero, cuarto y el quinto devuelto a los corrales), un sobrero del Marqués de Quintanar (impresentable, descastado y sin fuerza) y uno de El Canario (impresentable, cojo y descastado).

El pañuelo naranja determina el indulto del toro, para que esto se produzca el toro tienen que haber sobresalido de forma excepcional en todas las fases de la lidia, especialmente en la suerte de varas. Después deberá ser solicitado por el matador, pedido de forma unánime por el público y tener la anuencia del ganadero o mayoral. El presidente del festejo decidió empezar por el final y consintió en un indulto que si bien contentó al público nunca debió otorgarse, principalmente porque en la suerte de varas el toro apenas cumplió. Es una pena para la historia de una plaza que el primer toro que se indulte lo sea en estas condiciones.

El  segundo de la tarde, un toro con la presencia justa, al que David Mora y su cuadrilla mimaron con el percal y que ofreció un buen tercio de banderillas fue el del pañuelo naranja. El toro que era encastado tuvo en la muleta una calidad extraordinaria, el diestro madrileño le toreo de dulce, derechazos interminables rematados con el de pecho al hombro contrario, pases por bajo, naturales larguísimos, el toro con gran fijeza se fue creciendo sacando una bravura natural. Incansable con la franela, rápidamente llegó a los tendidos la calidad del toro. Murmullo de expectación, un grito en el tendido que pide el indulto, crecen en la plaza los pañuelos y peticiones a la presidencia y un presidente que se rinde cual público olvidando su condición. El quinto, un toro de buena presencia, fue devuelto a los corrales tras un comportamiento anormal y una evidente falta de fuerza. Salió el sobrero, muy protestado por el público por el escaso trapío de la res. Tras un paso de refilón por el caballo, David Mora lo mima e intenta torearlo a media altura pero el toro, que no tiene raza ni fuerza, apenas dura dos series. Tres pinchazos en lo alto hicieron que se tumbara el toro, que después de ser apuntillado recibió pitos en el arrastre.

Curro Díaz debutó en Cuéllar con un astado de la ganadería titular de bonita lámina por delante, pero muy vareado (el primero de la tarde). El toro acusó el encierro y se acalambró antes del primer tercio, pero las protestas del público cayeron en saco roto. Un pinchazo para un análisis y el de Linares lo intenta con la muleta, pero el toro acusa la condición y se pone desagradable cabeceando en la salida de cada muletazo. Un pinchazo en lo alto, una buena estocada y el silencio del público fueron el remate del primero de la tarde. El cuarto de la tarde bien presentado, muy largo, encastado y bravo, tuvo gran calidad en la muleta. Pasó de puntillas en el tercio de varas pero destacó en el último tercio. Curro Díaz se fue acoplando en cada serie con el burraco y le hizo pasar con cadencia, gusto y largura. Las dos últimas series, más encimistas fueron de gran calidad. Mató de estocada delantera con la que rodó el toro sin puntilla, dos orejas.

Resulta curioso que cada vez que torea Javier Herrero en su pueblo le toque el peor lote. Esta circunstancia resulta sospechosa cuando ocurre con tanta frecuencia, dando la sensación de que el organizador del espectáculo, en vez de favorecer a su paisano, se aprovecha de él. ¿Qué pinta un toro de la ganadería de El Canario, en esta corrida de toros?, ¿a quién vamos a pagar este ejemplar?. El lunes en la corrida de rejones pudimos contemplar la lidia de un sobrero de este hierro, cual gota de agua del lidiado hoy por el torero cuellarano. Toro de escasa presentación, cojo, sin raza y sin fuerza. El diestro local poco pudo hacer a un toro de esta condición, intentó agradar y el arrimón le costó un percance que afortunadamente no tuvo consecuencias, le mató de estocada y dos descabellos recibiendo una oreja del público. Con su primero, el tercero de la tarde, el peor de los de Lagunajanda de presentación muy justita y que brindó a la Peña Amigos de Víctor Barrio, Javier Herrero inició la faena con dos series de tanteo intentando acomodar la embestida de su oponente. Al ritmo de su pasodoble fue creciendo en la faena con muletazos meritorios que lograron alargar la embestida del toro. Denotó algo de nerviosismo ante sus paisanos pero estuvo valiente y dando la cara en cada momento. En la suerte contraria tras un pinchazo arriba logró una gran estocada que le proporcionó una oreja.

Los tres salieron por la puerta grande en una tarde donde todo comenzó con el fantasma de un encierro complicado, pasando por un indulto, toreo del bueno y que se vino abajo con un sobrero impresentable y un toro de rejones.

Suerte para mañana.