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viernes, 11 de octubre de 2024
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Manuel Álvarez recoge la historia de la comarca de ‘El Carracillo’ en su nuevo libro

Manuel Álvarez junto al libro que ha publicado sobre El Carracillo.
Manuel Álvarez junto al libro que ha publicado sobre El Carracillo.

La comarca de El Carracillo centra el último libro publicado por Manuel Álvarez, un trabajo que presenta bajo el título ‘El Carracillo. Torres y espadañas en ‘campo de pignares’’. En sus páginas recoge la historia de esta popular comarca segoviana desde sus orígenes hasta la actualidad. Una comarca que integran los municipios de Pinarejos, Sanchonuño, Gomezserracín, San Martín y Mudrián, Campo, Arroyo, Chatún, Narros, Samboal, Chañe, Fresneda y Remondo, localidades sin unión administrativa alguna ya que excepto Remondo todos pertenecen a la Comunidad de Villa y Tierra de Cuéllar y en esta se dividen entre el sexmo de Mata y el de Navalmanzano.

Álvarez ha realizado un intenso trabajo de recopilación para dar forma a su estudio que cubre un espacio hasta ahora vacío, ya que no existía ninguno que recogiera la historia de la zona. Así afirma que la principal singularidad de la comarca reside en su geología y su orografía, ya que se trata de una enorme llanura de 297 kilómetros de superficie con una levísima pendiente. Factores que determinaron tanto el pasado como el presente de la zona, según señaló Álvarez.

“Esta llanura o nava está entre los cauces últimos de los ríos Cega y Pirón. Esa llanura tan grande hace que la lluvia que cae en la zona se recoja y no escurra, por el terreno, que es arenoso, y lo filtra como si fuera una esponja, con lo que nutre el nivel freático”, señaló el autor explicando que cuando ese terreno se colmata el agua circula por cauces y arroyos. Ese agua y terreno condicionaron el medio ambiente y la naturaleza de la zona, dando lugar a un terreno más exuberante, con gran cantidad de pastizales y bosques, y que al tiempo reunía todas las condiciones para su habitabilidad. “Era terreno fácilmente roturable, terreno regable y con grandes pastos para los animales”, señala Álvarez apuntando que este es uno de los motivos por los que la zona estuvo habitada desde hace cientos de miles de años.

El libro refleja cómo se ha transformado la comarca sin perder su origen marcado a lo largo de los siglos por su riqueza agrícola que hoy conserva. El autor cuenta como “cuando la resina perdió un poco su función económica, surgieron los regadíos… y ahora es todo un referente”.

El libro ha sido patrocinado por la Diputación Provincial de Segovia y la distribución se realiza a través de los Ayuntamientos de la comarca y asociaciones culturales de los pueblos.

 

Primeros pobladores

Álvarez ha realizado un pormenorizado estudio arqueológico de los restos de las diferentes etapas encontrados en la zona para tratar de averiguar cuándo se establecieron los primeros pobladores. De este modo el libro recoge información de cómo todo El Carracillo es un campo arqueológico y que en lugares como Sanchonuño existen restos del paleolítico superior. En la zona de Chañe,  los restos hallados restos  se completan con herramientas como bifaces del paleolítico inferior (entre 80.000 y 100.000 años), del paleolítico medio, flechas y huesos del neolítico. Parte de esa riqueza hallada Álvarez señaló que se encuentra expuesta en el museo provincial de Segovia, y hay piezas también en el museo arqueológico nacional. También se han hallado en la comarca restos romanos, cerámica vaccea, piezas de la edad del cobre, del bronce, del hierro y visigodas, entre otras, lo que demuestra que  fue poblada durante casi toda su historia.

Llegando a la época de la Repoblación, Álvarez cuenta la historia del Carracillo como una comarca que tenía trece pueblos, reducidos a 12 con la fusión de San Martín y Mudrián. También apuntó que ha hallado una decena de despoblados, entre los que destacó el de Arqueros, en Sanchonuño, un espacio sin documentar, pero del que Álvarez ha encontrado indicios, entre ellos documentación de 1466 que hablaba de gente que se denominaba ‘de Arqueros’, un apellido que se repite en otros municipios,  un término en Sanchonuño tiene ese nombre y un camino en Arroyo también.

El autor analiza también el nombre de la comarca ‘Carracillo’, asegura que la primera vez que aparece en un documento es en la donación del monasterio de ‘Samboal del Carraciello’, por parte del conde Ansúrez. Al respecto señala que si bien muchos autores  dan al término el significado de ‘camino del cielo’, para el autor  tiene el de ‘tierra de caminos pequeños’. Lo justifica explicando que la palabra ‘carra’ significa camino, término con raíz vasca, y la terminación ‘cielo’ es un diminutivo románico. Asegura Álvarez que la comarca tiene miles de kilómetros de caminos, y afirma haber contabilizado en Sanchonuño 125 kilómetros.

 

Torres y espadañas

Como el título del libro indica su contenido se centra también en el patrimonio del Carracillo, especialmente en sus ermitas e iglesias, muchas de ellas de estilo mudéjar. Álvarez apunta que, tras la repoblación, las poblaciones se fijaron pronto  y rápidamente acometieron la construcción de edificios religiosos. Así apuntó que  hay obras de gran calidad del siglo XII, como la ermita de San Mamés o la de San Marcos. Poco conocido dice que es el templo de Pinarejos, también mudéjar, con toques góticos como la torre.  Apunta también que El Carracillo conserva cuatro techumbres de madera mudéjares puras.

Estas construcciones llevan al autor a deducir que la zona gozaba de una buena economía. “Las obras no se hacen del aire, se hacían con los diezmos y para que se pagaran muchos diezmos tenían que recoger buenas cosechas”, detalla Álvarez, que con su análisis en los archivos y los libros de diezmos ha realizado un estudio  con datos como lo que se pagaba o lo que se producía, “he hecho un poco la historia económica del Carracillo”.

Otra peculiaridad del arte de la comarca es el número de espadañas que coronan sus iglesias. Existen espadañas en los templos de Chatún, Gomezserracín, Sanchonuño, Mudrián, Chañe, San Martín y Remondo y en Fresneda existió hasta 1955.  Cuenta también que de los 13 municipios con los que contaba en sus orígenes la comarca, actualmente sólo coronan sus iglesias cinco torres.

1 COMENTARIO

  1. Lamentable el método y la falta de ética histórica del autor de esta obra en la que pretende haber sido él el primero en llegar a todo lo que toca a la comarca de El Carracillo.
    En lo que a mí respecta, tengo entablado un contencioso con Álvarez Polo por plagio manifiesto y pertinaz hacia mí y mis investigaciones.
    En agosto de 2013 daba Polo en Campo una conferencia titulada “El enigma de Pelegudos”. Las conclusiones sobre este despoblado en El Carracillo eran que estuvo en torno a la ermita de San Mamés, en Campo de Cuéllar, y que desapareció en el 977 durante la campaña de Almanzor contra Cuéllar. Muy épico. Al corregirle in situ de que había documentos en la Colección Documental de Cuéllar que certificaban lo incorrecto de sus conclusiones, que ni estuvo donde él decía y que seguía existiendo a mediados del siglo XV. Tomó buena cuenta de mi información para hacerla suya propia y publicarla como tal, y sin citas, en su primer libro. No obstante tenerlo yo ya estudiado y publicado en el mes de marzo de dicho año en una revista de ámbito local en Sanchonuño, haciendo caso omiso a mis observaciones sobre tan flagrante plagio que ha vuelto a reiterar en la obra que ahora presenta. El argumento lleno de cinismo argüido por Álvarez Polo es que, si bien yo llegué primero a la documentación, él ha tenido por bien publicarla.
    Este es el método de nuestro anticuario que reitera que si va directo a las fuentes, le corresponde a él el mérito, aunque otros historiadores ya hayan recogido, trabajado y publicado sobre ese asunto. En este sentido, tuvo la desfachatez en la presentación de su libro en Sanchonuño de hacernos creer que es él el descubridor de D. Manuel Marugán, cura de este pueblo que inventó un apero alternativo al trillo, omitiendo por lo que me toca, que lo tengo estudiado y publicado desde hace más de treinta años. Eso sí, se molestó en dicha presentación por la corrección que le hice sobre el apellido de otro cura que había citado incorrectamente.
    Disimula su falta, y su malicia, con otras citas menores que me hace en su libro, tres, pero incorrectas dos en su forma y contenido, haciéndome a mi responsable de un error que él comete.
    Significativas son las ausencias y citas a otros colegas míos, todo ello con la intención que he expresado: ser él el primero. Es de destacar la ausencia de referencias a Juan Armindo Hernández Montero, que ha trabajado y descrito la mayoría de las iglesias de la Tierra de Cuéllar. Pero cuando trata las de El Carracillo se le está adelantando a nuestro autor que ve una afrenta en ello y aprovecha una discrepancia que él observa en su colega superior (Armindo es doctor arquitecto) al referirse a la iglesia de su pueblo, Campo de Cuéllar, para vetarle y hasta para enojarse cuando se lo mientas.
    Polo es muy osado y se lo tengo dicho. Sobre todo cuando se hace onanismos mentales con la toponimia. Hace 30 años, en una revista local que yo codirigía en Sanchonuño, nos contaminó diciendo que Carracillo significaba “tierra de carrizos”, patraña que ha costado erradicar. Ahora vuelve a la carga con un nuevo significado cuya osadía no tiene parangón. Sigue intoxicando, haciendo gala de ser el erudito de la comarca.
    Por último, señalar que tal como lo expone no nos deja claros cuáles sean auténticamente los pueblos que componen El Carracillo, introduciendo en la comarca a Remondo y dejando fuera a otros que sí lo fueron. Hay documentos antiguos que hacen una descripción pormenorizada de las aldeas que lo componían, pero Álvarez Polo entenderá que ahora me lo reserve para que no vuelva a incurrir él en su rapiña y yo en el acto de generosidad que tuve en otro momento y que ahora ya no se merece.
    Las citas y referencias al trabajo de los demás enriquecen las aportaciones propias, de las que ya dudamos que haya hecho Polo por este método de trabajo, y que le sigue manteniendo en la categoría de anticuario, de corta y pega, que se aprovecha del esfuerzo de los demás.

    J. Ramón Criado. Historiador.

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