Con dos pichones y una torta o tarta la cofradía de Las Candelas ha agasajado a su virgen cumpliendo con la tradición. Una tradición esta de Las Candelas, que según señala el historiador local, Juan Carlos Llorente, está muy cercana a la historia de la virgen María y del Niño Jesús que se sometieron a la ley de Moisés “que requería que una mujer que hubiera dado a luz, a los cuarenta días tenía que presentarse en el templo de Jerusalén a hacer una ofrenda que significaba la purificación del hecho en sí de haber sido madre”. Llorente señala que se acudía con una vela y se ofrecían dos palomos para el sacrificio del templo. Apunta que hasta el Concilio Vaticano II las mujeres católicas que daban a luz tenían que esperar cuarenta días para salir de casa e ir a ofrecer un cirio y purificarse.

Llorente explica que la trascendencia de las candelas en la presentación de Jesús es la luz “la candela es la luz, la luz del mundo”.

En la villa, señala el historiador, que la cofradía se data a finales del siglo XIX o principios del XX, y se conoce que contaban con un grupo de danzantes cuyos trajes se traspasaron a la cofradía del Niño de la Bola cuando los de esta se quemaron en un incendio en casa de un mayordomo. Esos trajes se han utilizado hasta los años 50. Recuerda que los ritos se hacían por la mañana con misa y procesión y con la singularidad de que el Mayordomo en su casa ofrecía a los cofrades y acompañantes `el morteruelo´, una tradición que se ha perdido e incluso se desconoce cuáles eran sus ingredientes aunque se cree que eran viandas con elementos de la matanza del cerdo.

Tras unas palabras de acogida en la iglesia por parte del párroco y de un miembro de la cofradía, se ha llevado a cabo el encendido de las candelas que los cofrades y asistentes han portado después en la procesión. También antes de salir del templo con la imagen portada en andas se ha realizado la ofrenda de los pichones y la torta. El sonido de la dulzaina y el tamboril del grupo Marchamo ha acompañado el recorrido que ha llegado hasta la plaza de San Andrés para volver después por las calles del barrio al templo donde se ha oficiado la eucaristía. Durante su desarrollo se lleva también a cabo un acto conocido como `el rodillín´ en el que los cofrades con la virgen en andas se sitúan frente al altar y tradicionalmente realizaban genuflexiones, aunque ahora se limitan a bajar la imagen y subirla al ritmo que marca uno de los cofrades.

Llorente ha destacado la importancia de esta tradición que se mantiene viva gracias a los cofrades que participan en los actos de este día.

Tras la misa los cofrades y acompañantes se han desplazado hasta el centro parroquial donde han degustado un refresco.