| Por César Quintanilla | 

Ante el conocimiento y la experiencia de aquellos expertos en medicina tanto física como mental, me doblego bajo sus aciertos, que no en vano han conseguido tras años de estudios y dedicación.

La vida transcurría ante una aparente normalidad, lo cotidiano se había convertido en nuestra forma de vivir, trabajo, familia, ocio y de alguna manera recuerdos que servían para abonar el camino si este no era fácil. La convicción de nacer, crecer y reproducirse, estaba basada en algo frágil pero hermoso como es la familia.

Hoy sin haber cometido ninguna falta, nos encontramos ante un arresto domiciliario vulgarmente llamado en términos policiales, un confinamiento en términos sociales preventivos para alejar a un enemigo letal en nuestras vidas, un virus escapado de entre los dos del ser humano, de un laboratorio que nuestro desconocimiento hoy nos hace abrir los ojos de la verdad, una verdad que no es otra que la de el egoísmo ancestral por el poder y la riqueza.

Cierto es que transcurría la vida demasiado fácil o al menos eso hemos creído, hasta que un día y por amor a la vida nos vemos obligados a encerrarnos dentro de nuestras casas, para algunos cárceles,  para otros hogares  faltos de aprecio, necesitados de calor y humanidad familiar. La pregunta es, por qué ha tenido que ser de esta manera el que reconozcamos la necesidad vital en familia entre esas cuatro paredes, haber vivido abiertamente con nuestro egoísmo como compañero, hoy supone un cargo es este confinamiento.

Esos expertos en medicina que se describen al principio, nos dicen que los años pesan y no solo en el físico de nuestro cuerpo, si no que el peso puede ser aún mayor en nuestra mente. Nos recuerdan la necesidad de un amparo en los momentos difíciles, ante la duda de si saldremos o no del precipicio y seguir viviendo, nos dicen que llegada una edad nuestra mente busca a quien más confianza nos dio a lo largo de la vida y por ello cuando nos vemos asediados por el miedo alzamos la voz pidiendo ayuda a quienes fueron nuestros padres tengamos la edad que tengamos.

Hemos vivido y vivimos siguiendo el guión para conseguir más calidad de vida, hemos trabajado y trabajamos, unos para vivir y la mayoría para vivir y hacer una vida mejor para los demás, quizás tan deprisa que no nos hemos dado cuenta que en la fragua se forjaba un mal.

Egoísmo, esa es la verdadera palabra por la que hoy estamos arrestados, un egoísmo completamente ajeno y que en nuestro pequeño mundo no hemos tenido armas ni voluntad para eliminarlo. En realidad somos plebe, somos nada, una nada sin poderes, somos esclavos del mal que reside en las otras mentes, las mentes egoístas que nunca se conformaron con el lema de vivir y dejar vivir a los demás .

Si de esta salimos, serán nuestros hijos o nietos quienes podrán recordar esta batalla, pero lo peor de todo es que nada va a cambiar con el paso del tiempo, otras pandemias, pestes o plagas llegarán y se repetirá la historia, solo que la mayoría de nosotros ya seremos un recuerdo al que se acudirá para buscar ayuda y consuelo.