Fotografía de la Feria de Ganado de Cuéllar que se celebraba en el mes de octubre. | Foto: Rafael cedida por La Plaga |

| Por Isaías Rodrigo |

La Feria de Cuéllar que hoy conocemos tiene su origen en el año de 1148. Y nació como mercado de ganados en la plaza Mayor, junto al mercado de cereales. Pasó el tiempo y como la plaza se quedaba pequeña para lo que allí se exponía, se hicieron separaciones. Así a la plaza del Mercado del Pan, se llevaron como su nombre indica, los puestos donde se vendía pan y sus derivados.

A la plaza de Santa Marina, se llevaron los puestos de los cacharros: cántaros, botijos, platos de barro y otros utensilios de barro, y desde entonces esa plaza es conocida por los mayores como plaza de los Cacharros.

El ganado se llevó a la plaza del Castillo, que desde entonces se conoce como el ferial. Hubo alguna vez que resultaba pequeña de los muchos ganados que llegaban de toda la región para su venta, teniendo que habilitar las calles de la Pelota y  el Palacio.

Yo de siempre la conocí que se celebraba dentro de la semana que comenzaba el domingo de resurrección hasta el domingo de cachos, como llamábamos al domingo siguiente.

Aparte del ganado, había festejos desde el domingo, y la banda de música todas las mañanas de esa semana daba la revolada por el pueblo tocando sus bonitos pasacalles, y los vecinos salían a su puerta a disfrutar de esa música. La misma banda daba un concierto las 12.00 del mediodía en la plaza Mayor, amenizado con globos, y cohetes, todos los días de la semana. Por la tarde subían al ferial a dar otro concierto que la juventud agradecía y allí bailaban.

El martes y miércoles eran los días en los que el ganado de los tratantes entraba en el pueblo

El martes y miércoles eran los días en los que el ganado de los tratantes  entraba en el pueblo en busca de sus cuadras, que conservaban de otros años. Allí descansaban para luego el jueves, que era el día grande, exponerlo para su venta en el espacio que tenían asignado por el Ayuntamiento. Se delimitaban esos espacios colocando una cuerda atada entre dos palos clavados en el suelo, y daba gloria ver aquellos muletos (mulos pequeños) todos bien limpios,  más o menos iguales. Había varias cuerdas, venían a exponer de Cantalejo, de Hontalbilla, de Peñafiel, de Aranda de Duero, de Mata de Cuéllar , y otros puntos.

Aparte de los gitanos que llegaban el mismo jueves y con su chalaneo engañaban al que se dejaba. Los particulares ofrecían también sus animales en venta y e iban a comprar otros a la feria.

No faltaban tampoco aquellos charlatanes que subidos en una silla y con una maleta llena de cosas, tenía a su alrededor medio centenar de personas escuchando todo lo que decían. Uno solía decir: “la persona que me enseñe un duro (5 pesetas) le doy esta maquinilla de afeitar”, y allí todos enseñaban su duro, pero siguiendo con sus trabalenguas decía “y ahora el que me lo dé le hago un regalo mayor”, alguno siempre picaba y así era, después siempre salían como el rosario de la aurora.

Aparte de estas cosas de siempre en los Paseos de San Francisco se corrían las cintas. Esto consistía en que unas mozas de antemano bordaban unas cintas que después se enrollaban en unos carretes  que se colocaban metidos en una cuerda que se ataba de un árbol a otro a la altura de una persona montada en una bicicleta. Entonces los mozos que corrían las cintas tenían que pasar con su bicicleta y con un puntero meterle por una anilla que tenía la cinta y llevársela, así hasta que no quedaba ninguna. Después se presumía de quien cogió más, y en particular se trataba de coger la que había bordado su novia o preferida.

Otra cosa de la feria era la cucaña en la plaza mayor, consistía en pasar por un madero delgado y de unos tres metros de largo, sin caerse, esto estaba a una altura de 2 metros y tenía una red para prevenir posible caídas.

El jueves y viernes de feria la plaza estaba a rebosar de tiendas de chucherías y caramelos, venían unos señores y rifaban juguetes y dulces.  Tenían siempre a su alrededor un montón de gente para jugar a la rifa.

Con los tiempos modernos todo esto que tanta ilusión hacía a los vecinos de la villa y forasteros ha desaparecido, y han llegado otros tiempos que yo no digo que sean mejores o peores, pero si son distintos a los que yo viví en mi juventud y madurez.