Zona de la toma del agua en el río Cega.

Zona de la toma del agua en el río Cega. | Foto: Gabriel Gómez |

| Por Pablo Quevedo Senovilla |

El periódico me revuelve el estómago y ensombrece esta fría mañana de hoy. La noticia y el titular que la encabezan no pueden ser más sucios: Cada cinco días hay atascos graves en la red de alcantarillado por verter toallitas y grasas.

El informe es perfecto por parte del periodista. Su contenido es desagradable, incorrecto, desordenado, sin conciencia, vergonzoso, tercermundista, indignante… Los adjetivos no se acaban.

El epicentro del relato es una capital Patrimonio de la Humanidad, de monumentos maravillosos, donde disfrutar de estupendos momentos degustando sus atractivos históricos y gastronómicos, haciendo fotografías hasta al mismísimo diablo con su cara risueña, una ciudad de cuya luz hay que gozar con los cinco sentidos.

Tras leer la información, uno trata de calcular el grado de preparación cultural que asiste al personal que comete las imprudencias de los vertidos.

Se habla de grasas, aceites, servilletas, textiles, plásticos, preservativos y hasta de alguna dentadura. En total, 233.630 kilos de productos que llegaron a la estación depuradora de aguas residuales durante el pasado año. De éstos, unos 2.000 kilos de grasas procedentes de establecimientos hosteleros, el doble que el año anterior.

El lugar receptor de estos vertidos, tras su paso por la depuradora, es una zona catalogada como sensible del río Eresma.

La indignación me desborda, aunque quiero expresar mi sentir de forma sencilla y evitando ofender a aquellos que no aman la naturaleza o la tratan de manera inconsciente.

“Mundo de lo prometido,
agua.
Todo es posible en el agua.”
                       Pedro Salinas.

El agua nunca se queja. Está ahí, sin decir nada. Atiende en todo lo más necesario de la vida. Limpia y cristalina, como la propia esencia de la Tierra. Nos mira cuando pasamos por delante. Cuando lo miramos, nos relaja. Nos proporciona belleza en las riberas de los ríos, con árboles, matorrales, plantas, peces, mamíferos, pájaros. Nos abastece de fuentes y manantiales, dando frescura y alegría. Riega los jardines y los campos cuando llueve. Y entra en nuestras casas, para facilitarnos la vida.

Es generadora de energías limpias. Y hasta nuestro sistema nervioso está compuesto en más de un 90% por agua. Qué sería de las anátidas sin agua. Qué sería de las granjas de animales.

Aun así, lo manchamos con grasas y multitud de productos químicos. En numerosas ocasiones, se evapora, quizás porque no quiere vivir con nosotros. Y se transforma en grandes nubarrones a la espera. Y con los humos y contaminaciones que enviamos a la atmósfera, lo provocamos. Y entonces se enfada. Y vomita sobre nosotros. Nos inunda. Nos castiga.

Pero el cambio climático no lo inventó el agua. Los inventores somos otros.

La imagen de un río seco es la imagen de un muerto. Una fuente sin agua es un muerto. Una laguna sin agua es un muerto. Pero todo resucita si llueve o nieva. Entonces, todo se llena de vida y alegría, con una gran belleza en los paisajes, en los humedales y en los ecosistemas.

En invierno, la montaña se cubre con un manto blanco de agua disfrazada que espera el momento primaveral para repartirse por regatos, arroyos, ríos, fuentes y pantanos, para dar frescura y saciar la sed.

En ocasiones, canta en pequeñas cascadas al lanzarse desde la altura, sin hacerse daño. Le gusta la libertad. Y que la acaricien los peces. O nosotros.

 

La corza bonita del Cega

Veo a una corza y a su cría bebiendo agua en el río Cega. Están en el denominado bodón del Hacho, aguas abajo del Puente Segoviano.

Como hacemos habitualmente, nos saludamos. La madre me dice que llevan unos días notando un sabor desagradable en el agua, distinto al de otras veces. No van a volver por esta zona. Marchan río arriba y ya verán. Y les ocurrió lo mismo el pasado verano. Lo pasaron mal, con dolores de estómago. Ahora van a informar a todos los vecinos, para largarse de allí.

Le cuento que hoy viene en el periódico otra noticia alarmante, en letras grandes. Un nuevo vertido reabre la polémica sobre la calidad del agua del río Cega.

_Corcita bonita, van a pedir explicaciones a la Confederación Hidrográfica del Duero, que parece ser la dueña del agua. Y a la Junta de Castilla y León, que también debe de mandar algo.

_Menos mal que siempre hay personas con sensibilidad para defender las aguas del Cega. Da gloria con ellas.

_Bueno, espero saber algo más y ya te informaré. Veo normal que te vayas aguas arriba.

_La verdad es que esta ribera es preciosa. Tiene una vida única de plantas, con sus alisos, fresnos, abedules, avellanos, endrinos, madreselvas, espinos, enebros, jaras, retamas, tiemblos, sauces, pinos silvestres, pinos pinaster, algunos laricios y chopos lombardos.

_Ya. También veo hiedras, lúpulo, esparragueras, juncos, violetas, primaveras, jaboneras y otras hierbas que conoces bien y de las que te alimentas.

_De todo ello, disfrutamos gracias al agua limpia y cristalina, que fluye por el cauce del Cega y del que todo Cuéllar se aprovecha.

Dejo en paz a la corza bonita y a su cría. Vuelvo al Puente Segoviano. Miro hacia abajo y me pregunto indignado: ¿por qué?