| Por Francisco Salamanca ||  Fotos: Gabriel Gómez |

La plaza de toros de Cuéllar en su sesenta cumpleaños ha programado una feria taurina, de las llamadas de transición, por el cambio de Equipo de Gobierno municipal que, como en otras ocasiones se ha encontrado la casa sin barrer. Sigue sin tener sentido que los intereses partidistas de los políticos sigan prevaleciendo sobre el interés general de nuestro mejor escaparate, la organización del encierro. Y de aquellos polvos, estos lodos. Una feria encorsetada en ferias anteriores, sin criterio ni objetivo alguno. Ni los toros llegan a ser lo importantes que podrían, ni los toreros tener la enjundia del pasado, cuestión ésta última que depende del peculio municipal vinculado a la taquilla de la plaza. Y es que cuando conocemos el final de la obra, nadie paga por entrar al teatro. Cuéllar necesita definir su feria taurina en conjunto, inexorablemente vinculada a la pureza de su encierro, lidiando los toros que se corren y encierran y cuya importancia marque los criterios de su feria taurina, con la participación abierta a los vecinos.

Tras la perorata, el análisis de lo cartelado muestra individualmente atractivos en cada uno de los festejos anunciados. La novillada de Condessa de Sobral es el festejo más torista del programa, con novilleros contrastados que deberían poder demostrar su posición en el escalafón. Por otro lado, la novillada de Pedro Caminero, que debuta en esta plaza con el festejo mixto del jueves es una incógnita, aunque siempre apetece ver ganaderías nuevas en estos niveles, ¡suerte ganadero! Hay que felicitar a la organización por recuperar a Hermoso de Mendoza para la feria, el navarro, catedrático en esto de torear a caballo, sigue siendo el punto de inflexión en los espectáculos de rejones, aunque se echa de menos algún oponente más fuerte al que enfrentarse en el festejo. Por último, sabemos de las dificultades que ha tenido la organización para rematar la corrida de toros, y eso que el encaste es el preferido por los toreros. El festejo con sus atractivos, Robleño llegaba en un momento excelente de su carrera con un bagaje lleno de éxitos en esta temporada, por plazas de diferentes países, al igual que Luque con un triunfo importante en Bayona, tras encerrarse con seis toros. Completó el cartel nuestro torero local, Javier Herrero, que hacía apenas diez días cortó una oreja a un serio ejemplar de Sánchez Urbina y malogró otras dos del de Baltasar Iban por la espada, en La Adrada, repitiéndose la historia.

 

Primera de feria. Robleño y Luque salieron por la puerta grande

Tarde nublada con menos de media entrada. Toros de Lagunajanda, correctos de presentación, excepto 1º y 2º, este último fuera de tipo. En general tuvieron fijeza y calidad con altibajos en el último tercio, les faltó fondo, cumplieron en el caballo 3º, 4º y 6º, manseó el 5º y buscaron el refugio de las tablas al final de la lidia, 1º, 3º y 6º. Robleño y Luque oreja y oreja, Javier Herrero, oreja y silencio.

El tercio de varas debe ejecutarse enfrente de chiqueros, la zona más alejada de su querencia, para poder valorar la bravura del toro. El presidente debe ordenar corregir esta circunstancia. Se estrenó el nuevo horario intentando favorecer mayor asistencia de público, la tarde noche aguantó calurosa pero la iluminación de la plaza se queda corta para los espectadores del tendido. La banda municipal fue ovacionada en diversos momentos de la tarde.

Fernando Robleño, de blanco y oro con cabos negros, demostró oficio, brindó al respetable su primero, que se paró tras el encuentro con el peto, muleteándole fácil por el pitón derecho sin muchas exigencias debido a la falta de fuerza de su oponente. Le cuadra en el tercio, estocada caída que tumba al toro en la puerta de chiqueros. El público, generoso, le concedió la oreja. El mismo trofeo obtuvo en el cuarto, un castaño claro zancudo que recibió una excelente vara de Israel de Pedro, buena lidia del segundo y buen tercio de banderillas por parte de Jesús Romero, que saludó desde el tercio. El toro es incómodo, puntea en la embestida y sale con la cara arriba, pero en la distancia corta, Robleño se hace con el burel, media tendida que rematan los peones en la rueda. Salió a hombros de la plaza de toros.

Daniel Luque, de marino y oro con cabos blancos, disfruta de un gran momento de forma, sentido de la distancia y de manejo de los terrenos. Con su deslucido segundo, el más flojo en presentación y tipo del encierro, muy parado, poco más que algunos muletazos sueltos y soltura por la cara, obteniendo una espectacular y fulminante estocada, premiada con un apéndice. Con el quinto de la tarde, un castaño colín muy bien armado, quite ceñido por chicuelinas rematado con la media en el centro del coso que anunciaba faena. Buenos inicios con la franela, se luce por ambos pitones, sobre todo al natural, construyendo una faena larga y con empaque permitida por la calidad del de Lagunajanda. Estocada trasera, desprendida y tendida que precisa descabello, oreja. Salió por la puerta grande.

Javier Herrero, que lució terno blanco y oro con cabos negros tuvo la suerte en contra con la espada en su segundo, privándole de la puerta grande. Capotea a su primero ganándole terreno hasta la boca de riego, el toro cumple en el caballo y galopa en banderillas. Desde el centro de la plaza cita, el toro que se viene, muletazos por bajo con el de pecho al hombro contrario. Al natural el toro es más deslucido, pero la faena gana quilates por el pitón derecho, superando al toro, que le cuesta repetir, le cuadra y media estocada desprendida con descabello son suficientes para que ruede el toro. Oreja. El sexto salió con muchos humos, le capoteó con oficio el cuellarano y el del castoreño le hizo bajar al albero. Brindis al público. El toro pedía distancia y el de luces le dio todas las ventajas, dando la cara en series de buena factura que desgraciadamente se diluyeron con el sainete con la espada. Silencio.