| Por Francisco Salamanca | · | Fotos: Gabriel Gómez |

En el cincuentenario de su primera visita al coso cuellarano, de la carretera de Peñafiel, los toros de Miura proporcionaron un interesantísimo festejo, del que nadie salió defraudado. Exitoso remate para una feria que ha respondido, con nota, a todos los interrogantes. El momento, la elección del ganado, la respuesta del público y la recuperación de la credibilidad de esta plaza, tan denostada en los últimos años.

Excelente entrada en tarde de claros y nubes, en lo climatológico, no así en lo taurino, que fue soleada. Toros de Miura, de buena planta y presentación, variados de capa, todos en tipo, excepto el sexto, encastados y duros todos, mansos el primero y tercero, flojeó el segundo, que se dejó, como sus hermano lidiado en sexto lugar, quizás el de mayor calidad. El cuarto peligroso, y bravo el quinto, que debió recibir la vuelta al ruedo. Rafaelillo, de azul celeste y oro, ovación y pitos, Domingo López Chaves, de azul marino y oro con cabos blancos, oreja y ovación y Javier Herrero, de blanco y plata, silencio y ovación.

Son los miuras, sin duda, los toros más reconocibles de la ganadería de lidia, altos y largos, zancudos, agalgados, de musculatura escueta, mirada encendida y mazorcas amplias que nacen detrás de las orejas. De comportamiento protestón con el percal y la franela, peligrosos en el embroque, poco dados a humillar la testuz y duros en el peto y en la muerte. Ayer lo comprobamos, una vez más, y los toreros, que estuvieron a la altura de sus posibilidades, con aciertos y penurias, pero valientes y entregados. Algunas voces del tendido mostraron su frustración, anhelando embestidas de nobleza, ingrediente poco frecuente en el etiquetado de estos toros.

Rafaelillo mostró oficio en su primero, un manso pegajoso que entró siete veces al caballo, sin entregarse, y saltó en banderillas al callejón. Se dobló por abajo hasta poderle, logrando dos series de chistera, que hubieran tenido premio de no pinchar en hueso. Aplausos y saludo desde el tercio. Su segundo, un precioso sardo de impecable presentación, mostró su dificultad desde los primeros lances con el capote. El toro se empleó en la primera vara, bajando el tono en la interminable segunda, cargada de metisacas, pitados desde el tendido. José Mora saludó tras dos pares excelentes. El toro no se entrega y el de Murcia abrevia la lidia con una estocada habilidosa. Pitos.

Javier Herrero lo intentó con el tercero, dando la cara ante un manso peligroso que le volteó en los medios. Sufrió con los aceros. Silencio. Con el sexto de la tarde se estiró con el capote y una buena media. Lució el toro en el caballo, tres varas en lo alto desde la lejanía que obtuvieron el aplauso del público. El mejor par de banderillas de la tarde lo puso Alberto Román, que saludó desmonterándose. Muletazos sueltos de calidad por el izquierdo, cruzándose al pitón contrario, con algunos momentos de peligro. Logra una estocada caída, que remata con el descabello y obtiene el aplauso del tendido por la entrega.

Domingo López Chaves tuvo el mejor lote y no desperdició la ocasión. A su primero, un toro feote, acapachado de cuerna, le recibió de rodillas con una larga cambiada. Gracias a una excelente lidia, en la que sobresalió Jesús Talaván, el toro aguantó el envite de los primeros tercios.  Muletazos de buena factura, que liga en la última serie, pinchazo, estocada y oreja. ¡No hay quinto malo!, se cumplió el presagio, el toro aplaudido de salida tomó a regañadientes el percal del salmantino en un quite bien rematado, con la media, cargando la suerte. Deja largo al toro, Tito Sandoval le llama y la suerte de varas surge plena, no precisa explicación, un toro que demuestra su bravura y un picador que le ofrece todas las oportunidades para hacerlo, vuelve el toro al centro del platillo y la suerte se repite, precisa, bella. El respetable se levanta y ovaciona al varilarguero con sincera rotundidad, la más larga y emocionante de la tarde. Faena de muleta por bajo, naturales a la cadera, maestría de torero viejo, que desbarata con el estoque. El de Miura no se entrega y dobla más allá de la segunda raya. Fuerte ovación y saludos.

El resultado de esta feria deja muchas lecturas de las que aprender pero, sobre todo, abre un camino por el que recuperar la fiesta taurina, en su integridad, en Cuéllar.