| Por Puri Sacristán | 

Desde las instituciones y los medios de comunicación, a menudo se insiste en crear campañas de concienciación para recuperar la vida rural y que nuestros pueblos no se queden desiertos. Sin embargo, de un tiempo a esta parte, sólo ponen dificultades a sus habitantes. ¿Nos están tomando el pelo, o es que aquí se infravalora a los enfermos?.

Me pregunto si los médicos de la sanidad rural cobran por hacer la vida imposible a los usuarios o si se les paga para resolver los problemas de salud que acarrean sus vecinos. Como trabajadora de la sanidad pública durante 42 años, creo que sé de lo que hablo. Así pues, aquí comento mi caso.

En el breve lapso de un mes, he tenido que acudir seis veces al centro de salud para solicitar las recetas de mi madre, dependiente total, a la que no conocen, pues no la podemos mover de casa, y tampoco puede quedarse sola. Pese a insistir repetidas veces para que faciliten la vida de los enfermos, a día de hoy continúan sin resolverlo. Cada poco tiempo, caduca una receta distinta. ¿Acaso no pueden revisar el tratamiento de los enfermos crónicos y que se actualicen todas a la vez? Así se lo pregunté, y su respuesta fue: “es que no nos lo permite el programa”.

Los pañales no pueden figurar en la tarjeta sanitaria, por lo que hay que acudir todos los meses, y cada 80 días a recoger los de la noche. Luego, te extienden la receta, pero no te la visan, y tampoco las pueden dejar visadas en la farmacia, pues tiene que constar en el programa que se ha realizado otra consulta. Para colmo, ésta no es resolutiva, por lo que gestionan de manera deficiente su tiempo, y el de sus usuarios. Además, quieren centralizar toda la asistencia sanitaria en un solo centro de salud y cerrar los consultorios de los pueblos. Y si, por lo que sea, llegas tarde a la cita: “es que el médico se fue, vuelva usted otro día”.

Señores gerentes, con una conexión a Internet y una gestión eficiente, no sólo se controla si el paciente acude a la consulta, sino también si ésta sirvió para algo. Dejen de pagarlos por número de consultas y retribúyanlos por objetivos, valorando en su salario la resolución y prevención de problemas, o la satisfacción del usuario. Para eso debería servir el sueldo de los médicos, y no para marearnos con interminables trámites burocráticos.

Un enfermo crónico controlado debería acudir a la consulta una vez al año, y que en esa cita se resuelva todo: revisión, tratamiento, análisis… Y que se le convoque para el año siguiente con los análisis que sean necesarios.

Hoy me quejé al coordinador, pero de sobra sé que no hará nada, los gestores nunca hacen nada. Si algo aprendí cuando ejercí como responsable de calidad es que si quería que mi gerente moviera algo, sólo tenía que decirle: “¿Quieres que este asunto se publique en la prensa?”. Así pues, aquí estoy, escribiendo una carta: tal vez tampoco sirva de nada pero, al menos, habré dejado constancia.

Para los políticos sólo suponemos un voto: nuestro tiempo no cuenta, y nuestra salud tampoco, sólo les importa nuestro sufragio, cada cuatro años, para que ellos puedan seguir cobrando. Los pueblos se vaciarán, y sus habitantes se mudarán a la ciudad. ¿Quién querría vivir aquí, cuando ni siquiera se cuida la sanidad? Escribo esto porque yo sí quiero vivir en el pueblo, y lo seguiré defendiendo, mientras la vida me lo permita, pues los pueblerinos también merecemos que se priorice nuestra calidad de vida.

¡Por una Sanidad pública eficaz y gratuita! ¡Y por la dignidad de los pueblos, ese rincón olvidado en el recuerdo donde arraigar con firmeza el insondable legado de nuestros abuelos!