| Por Francisco Salamanca| | Fotos: Gabriel Gómez |

La pandemia que nos afecta a todos, en lo que a salud se refiere, en lo económico está mordiendo a unos más que a otros y cito a los ganaderos de reses bravas, como uno de los gremios peor parados. La elevada oferta de toros permite la posibilidad, de que los de mayor categoría y trapío puedan disfrutarse en plazas de tercera. Cuéllar es un buen ejemplo, la acertada apuesta por el toro, como emblema de sus festejos, está recuperando el tendido y mejorará, aún más, la imagen de nuestros encierros.

Ayer se lidió la segunda de la feria de agosto de Cuéllar. Toros de Pablo Mayoral, bien armados, de excelente presentación, por encima de lo habitual en esta plaza. Primero y segundo, fuera de tipo, encastados los lidiados en segundo y tercer lugar, con calidad en el último tercio, el tercero y el cuarto. La veteranía de Robleño y “El Capea”, muy por encima de los toros.

Fernando Robleño es un torero cuajado en mil faenas, con toros temibles de toda procedencia. Resaltar la excelente lidia a su primero, que se dejó pegar en el peto con la cara alta, y al que instrumentaron no más allá de una docena de capotazos, antes del último tercio. Dos buenos pares de banderillas de Jesús Romero, que tuvo que saludar. Faena sobre la mano izquierda, con sabiduría, tapando la flojedad de su oponente. Estocada arriba efectiva, fuerte petición que no obtuvo el beneplácito de la presidencia. Saludó desde el tercio.

Bombonero se llamaba el cuarto, más bajo y en tipo. El toro de salida gazapea, pero Robleño se estira a la verónica y le remata con la media. Tras picotazo en el encuentro con el del castoreño, César del Puerto saluda, tras lucirse con los palos. El maestro se saca el toro al tercio, le acaricia con los vuelos de la muleta, le da sitio, le baja la cara y se produce la magia, el temple, cargando el muletazo con mucho gusto, desmayando la franela ante los serios pitones del Santa Coloma, al que le faltó fuerza. El bajonazo le restó el segundo trofeo.

Pedro Gutiérrez “El Capea” tuvo el peor lote de la tarde. Con su primero, “Churreón”, que cumplió en varas, estuvo torero con una faena basada en el natural, con mucha técnica y oficio. No acertó con los aceros y obtuvo el silencio del público. Con el quinto, un cárdeno grandote con leña por delante, sin fijeza alguna por la lidia, un regalito, volvió a mostrar oficio logrando templar muletazos sueltos por el pitón izquierdo, hasta que se puso imposible y lo finiquitó con una media habilidosa. Obtuvo el aplauso del público en la despedida.

El tercero de la tarde recibió lo que no está escrito, en una vara interminable, con abucheos desde el tendido. El toro respondió de ley, al castigo. El soriano Rubén Sanz, que se lo brindó a “El Capea” padre, estuvo inseguro y medroso con la muleta, medios pases, vaciando al toro a las afueras. Vamos, que el mejor de la tarde se fue sin torear. Al sexto, qué era un tío, volvió a templarle los ánimos con una vara exagerada y tras brindar a la ganadera, más de lo mismo. Figura quijotesca convertida en sainete, que el respetable se tomó a broma, regalándole una oreja tras el derrumbe del toro por la cuadrilla, después de una estocada atravesada. La presidencia no debió de colaborar en la burla. Tras la vuelta al ruedo de rigor, fue pitado en la despedida.