La noche cubrió afortunadamente la plaza de toros de Cuéllar para velar las vergüenzas de un festejo que nunca debió programarse en esta plaza.
El empeño municipal por esta novillada anunciada como femenina, defendida por nuestro alcalde y D. Gustavo Ortega, el edil sin cartera, coorganizador taurino de los festejos cuellaranos de los últimos años, salió como casi todo el mundo preveía, un despropósito.
Unas 500 personas, incluidas las del palco, el callejón y la banda municipal, presenciamos este festejo que podría definirse, permítanme decirlo, como contrario a la tauromaquia, desde la base de la falta de respeto al toro, a la normativa taurina y a los derechos del público. Me explico, y siento ser tan explícito pero es que jamás antes asistí a tal oprobio taurino.
Me parece una falta de respeto al toro, además de una irresponsabilidad, contratar a toreros/as de los que no tengas la seguridad de que cuentan con el oficio suficiente para lidiar lo que se va a enchiquerar.
La realidad nos abofeteó con once avisos por incapacidad del uso de los aceros, corroborada en el caso de la novillera por un bajonazo que hacía guardia por el costillar, una estocada infame pescuecera, dos más, subcutáneas, escupidas por el novillo, amén de siete pinchazos y otros tantos descabellos.
La rejoneadora mantuvo la media, clavó siete rejones de castigo, tres se fueron con el palo, diecisiete banderillas de las que solo cinco permanecieron en los novillos, dos de ellas en el costillar, y mató a su primero con un rejón mete y saca muy bajo, pero que muy bajo. Sus otros dos novillos volvieron al corral tras los tres avisos, con quince pinchazos en sus anatomías. A los novillos 3º y 5º se les pegó con saña en el caballo intentando aliviar las carencias de la profesional actuante, y durante el último tercio de los novillos 2º, 4º y 6º (todos de rejones) uno de los peones, en el 4º dos, estuvieron presentes en el ruedo sujetando la atención del novillo con el capote, para que la profesional contratada pudiera acometer, de tapadillo, la muerte de la res. Ni con esas.
El cumplimiento de la normativa taurina es responsabilidad del organizador y los profesionales actuantes. El presidente del festejo y el Delegado de la Autoridad son los que velan para que se cumpla. La celebración de una novillada, sea mixta, masculina o femenina (nuevo concepto acuñado por la organización), requiere novillos, reses que deben tener una edad comprendida entre tres y cuatro años.
El domingo se anunció públicamente como sobrero de rejones un toro (más de cuatro años) sin recato alguno, corrido en el encierro de Cuéllar del pasado 28 de agosto, que ya debería haber sido sacrificado tras finalizar el ciclo de festejos. Por otra parte, la rejoneadora portuguesa mostró en numerosas ocasiones desconocimiento del reglamento taurino o incapacidad para cumplirlo, así como sus subalternos que abusaron de su presencia en el ruedo mientras se producía la lidia. La autoridad permitió que estos abusos se produjeran.
Ante estas cuestiones, ¿quién defiende los derechos del público? Un público que se mostró generoso en los inicios con las actuantes por su bisoñez, pero que según evolucionaba el festejo manifestó su descontento con pitos, incluso algunos espectadores abandonaron el tendido tras el 4º y 5º. El resto de aficionados terminamos manifestándonos a favor de los novillos.
Ficha del festejo. Alrededor de medio millar de personas presenciaron el festejo, que alcanzó las tres horas de duración. Novillos de Aurelio Hernando, de buena condición y trapío, encastados todos, manseó el 3º, se dejaron 1º, 2º y 4º, sobresaliendo por su bravura el 5º y 6º. El ganadero se fue sin verlos torear, con excepción del 5º. Buena lidia y par de banderillas de Alberto Román. La banda municipal espléndida.
Mª del Mar Santos, de nazareno y azabache, silencio, pitos y pitos. Aviso, aviso y 2 avisos. Vuelta al ruedo por su cuenta tras el 5º. En sus dos primeros anduvo muy alejada y movida en los encuentros, con muletazos de alivio y sin confiarse. En el 5º, que brindó a Javier Herrero, con una aceptable serie por la derecha y dos por naturales pudo haber tocado pelo, pero ya hemos comentado lo de los estoques. En su primero prescindió de la chaquetilla y la montera, manteniéndose a medio vestir toda la tarde.
Mara Pimienta, a la portuguesa, de negro y plata, estuvo muy apurada en todos los tercios, sin oficio, con una cuadra muy corta y abusando del cable a la cabezada para evitar las protestas de su monturas. Silencio, pitos y bronca. Aviso, tres avisos y tres avisos.
Creo que actúo como sobresaliente, por cierto no anunciado en programa o cartel alguno, el sepúlvedano Eusebio Fernández, con el que la novillera no tuvo el mínimo decoro, como es tradicional, de cederle un quite.