| Fotos: Gabriel Gómez | 

Cuéllar revivió ayer un pasaje de su historia con la recreación histórica de la `Boda del Rey Pedro I de Castilla´, un enlace que acogió el municipio en los primeros días de abril de 1354. Una boda controvertida, ya que el regente castellano ya había contraído nupcias con Blanca de Borbón el año anterior, un matrimonio que los obispos de Ávila y Salamanca, Sancho Blázquez y Juan Lucero, declararon nulo para que este nuevo enlace pudiera celebrarse, motivo por el que debieron rendir cuentas ante el Papa Inocencio VI. Pedro I abandonó a la reina al día siguiente del enlace partiendo de la villa; Juana de Castro acabó recluyéndose en Dueñas cuyo señorío le fue entregado por el rey y allí vivió sin perder nunca su título de reina de Castilla, y murió en agosto de 1374. Sus restos fueron trasladados a la catedral de Santiago de Compostela donde reposan en la capilla de reliquias del Panteón Real.

La recreación comenzó con el desfile de los invitados y contrayentes desde el Palacio de Pedro I hasta el Castillo. Sonidos de trompetas y el estandarte de Castilla abrían el recorrido en que participaron unas 200 personas, entre figurantes y actores. Lo cerraban el rey y la futura reina a caballo seguidos por otros jinetes.

El público llenó las calles para seguir el desfile que concluyó en el Castillo donde se llevó a cabo el primero de los actos de la boda. Allí se recreó el acto de vasallaje que los nobles solían prestar a los reyes, el acto de proclamación de la carta arrarum del rey y de la reina y la declaración de fidelidad que representantes del clero y la nobleza prestaron a los reyes. El alcaide de Cuéllar condujo el acto en el que Enrique de Trastámara, señor de las tierras de Cuéllar, de Escalona y Peñafiel, fue el primero en rendirle pleitesía en nombre de todo el pueblo “y os juro fidelidad”; también lo hizo Sancho Blázquez Dávila, obispo de Ávila, en representación del clero. Seguidamente se dio lectura a las estipulaciones convenidas para la unión recogidas en el acta arrarum. Ese compromiso contraído fue firmado por Enrique Enríquez “protector y padrino de la reina”, Enrique de Trastámara y Sancho Blázquez.

El cortejo real partió del Castillo hacia la iglesia de San Martín, primero llegaron los nobles e invitados, los miembros del clero y después los contrayentes con Juan de Castro luciendo ya su traje de novia. El obispo de Salamanca fue el encargado de oficiar la ceremonia en la que resonaron los cantos gregorianos de la coral Congregamini. Concluido el acto la Coral Cuellarana y el coro parroquial homenajearon a los reyes con la interpretación de varias piezas.

El cortejo inicio después el recorrido hacia la Huerta del Duque, para lo que los reyes volvieron a subir a sus caballos. La música y las danzas se sucedieron en el recorrido y ya en el recinto la coral cuellarana y el coro parroquial volvieron a entonar cánticos antes de que comenzaran los combates cuerpo a cuerpo en el palenque que se prolongaron hasta el anochecer.

Los grupos de teatro `Los Mirmidones´ y `Tempus Gaudii´ bajo la dirección de Ángel Gómez, autor del texto de la representación, fueron los encargados de dar vida a los reyes y a los diferentes personajes que intervinieron. Así Raquel García y Jaime Marcos, de Los Mirmidones, encarnaron a los reyes y Diego Baeza, del mismo grupo, desempeñó el papel del obispo de Salamanca. A ellos se sumaron vecinos de la villa y localidades del entorno que actuaron como figurantes y parte del cortejo, miembros de la Asociación Cuellarana Amigos del Caballo, con sus monturas, el grupo de danzas villa de Cuéllar, la Panda El Soto y la Peña La Plaga.