| Por Francisco Salamanca| | Fotos: Gabriel Gómez | 

Los encierros de Cuéllar admiten pocas comparaciones. El encuentro colectivo con el toro en libertad, por el campo y las calles, permite la renovación emocional colectiva de vecinos y forasteros. Catarsis, diría que necesaria, con la que afrontar lo venidero, hasta el próximo año.

El Ayuntamiento de Cuéllar ha programado una feria, en este segundo año sin encierros, muy digna, con la que paliar el ayuno taurino provocado por la pandemia. El ciclo de festejos ha contado con dos corridas de toros muy serias y otra, de menor nivel táurico, que ha permitido programar a toreros más conocidos.

El resultado es exitoso, Cuéllar ha vuelto al circuito taurino y más de cuatro mil personas hemos pasado por taquilla. La entrada producida en los dos primeros festejos ha sido mayoritariamente cuellarana y suficiente, para poder recuperar el abono perdido en los últimos años. También es verdad que el resultado artístico ha pecado de pobre y solo las intervenciones de Cristian Escribano, Robleño, “El Capea” y Diego Ventura han salido del tintero. Los toros es un espectáculo en el que no se asegura el resultado, pero el espectador no puede ser engañado porque deja de serlo. Los encierros volverán, en breve los responsables municipales empezarán a trabajar para programar los del año 2022, pero deben reflexionar hasta qué punto se pueden admitir las condiciones que establecen los llamados medias figuras, para estar en los carteles.

Finalizó la feria de agosto con un festejo mixto, encabezado por el rejoneador Diego Ventura, dos orejas y oreja, salió por la puerta grande y los toreros Diego Urdiales y Emilio de Justo, que se fueron de vacío. Actúo de sobresaliente Salvador Ruano. Con una buena entrada, que superó la mitad del aforo permitido, se lidiaron dos toros para rejones de María Guiomar Cortés de Moura, de pobre presencia para lo habitual en esta plaza, y excesivamente arreglados. Los de lidia ordinaria pertenecían a la ganadería de Manuel Blázquez, anovillados, desiguales y sospechosos de pitones, 2º y 3º cumplieron en el caballo, en el que manseó el sobrero, se fueron sin torear el tercero y el quinto, que mostraron fijeza y calidad en la embestida. La Banda Municipal de Música, en los más alto del escalafón, arrancó en varias ocasiones los aplausos del público.

Diego Ventura estuvo sobrado con sus dos oponentes, muy escasos de todo, pero que cumplieron cual comparsas su labor. El número uno del escalafón no puede serlo lidiando maniquíes. Un solo rejón de castigo bastó para apaciguar el trote de los cinqueños. Banderilleó con soltura a su primero, dejándose llegar al toro a sus terrenos y saliendo por los adentros. Destacó con Monarca con quiebros inverosímiles, aunque la ejecución se fue a la grupa. Rejón trasero y caído que necesitó de la cruceta. Tras fuerte petición, la presidencia generosa le concedió las dos orejas. Con el cuarto de la tarde, un toro que buscó las tablas y la querencia del chiquero, toreó a gran altura, encelando al burel alrededor de todo el redondel a centímetros del estribo. Puso banderillas cortas con Bronce, un hermoso caballo lusitano bayo al que desprendió de la cabezada, aunque la mejor ejecución fue a lomos de Nazarí. Excesivo con las cortas, hasta cinco más de las permitidas. Mete y saca, pinchazo y rejón muy bajo. Escasa petición, interpretada por la presidencia con oreja y vuelta al ruedo del morlaco, inaudito.

Diego Urdiales y Emilio de Justo vinieron a pasar la tarde, cual turistas vestidos de luces. La pitada del respetable al finalizar el festejo fue el premio a su actitud. El de Arnedo anduvo de enfermero con su primero, derrumbado tras la primera vara, en la que dio la cara. Le pasaportó con una estocada casi entera, efectiva, que logró algunos aplausos. El quinto recibió un picotazo, a pesar del cual perdió las manos en la salida. Faena de muleta muy despegada, como con desdén, muy por debajo de las condiciones del toro, pinchazo y media, silencio.

Emilio de Justo también perdió la partida con sus oponentes. Con el tercero de la tarde, inicio de faena en redondo sacándolo hacia las afueras, citando en terrenos muy aleados de la embestida del toro, había momentos que cabía otro toro entre los dos. Estocada tendida y trasera que precisó del descabello. El sexto, un colorado acapachado, fue devuelto por su inutilidad para la lidia. El sobrero, un ensabanado salpicado, de escasa percha, tuvo codicia en el capote, apagada en la vergonzosa suerte de varas que se le aplicó, buscándole el varilarguero más allá de la segunda raya. Se acabó el toro y el cacereño buscó de nuevo las afueras, logrando la bronca del público.

Esta feria taurina de agosto ha tenido sus altibajos, pero la vuelta de espectadores a la plaza invita al Ayuntamiento a seguir mejorando. Enhorabuena por lo conseguido y ánimo para seguir adelante.