| Por Pablo Quevedo Senovilla |Foto: Gabriel Gómez | 

Es noche vieja. Un ritual, una pasión, donde aflora la felicidad de una familia unida.

Otro calendario agotado. Y en mi alma, 79 años de agua pasada.

Ya veo la hoja roja.

No es motivo para la tristeza y la desesperación. Es la ley de la naturaleza. Es la propia vida de los árboles de hoja caduca, que en otoño se desnudan y en primavera se vuelven a vestir de multitud de colores.

Nuestra familia, de vida natural, también es un pequeño bosque, de árboles más grandes y más chicos, que se necesitan, se ayudan y se apoyan unos en otros. Todos.

Ahora soy el roble que va para centenario. Testigo de todos los acontecimientos importantes que ha vivido esta tribu. Y protagonista en todos los proyectos. Unas veces pisando fuerte. Otras, más suave. Corriendo, deprisa. O despacio y lento. Alegre y nervioso. Cantando y llorando. A veces muy triste y otras eufórico.

La vida me ha regalado mucho. Todo. Y me ha dado felicidad. Pero también me lo va quitando, nos lo va arrancando. En silencio, sin avisar.

Los capullos y las rosas rojas también caducan. Las cortan sin llegar el otoño. Y mueren.

Ya no celebran la Nochevieja con el resto de rosas, rojas blancas, amarillas… aunque las mariposas seguirán bailando de flor en flor.

La vida sigue y la familia crece. La regeneración natural está en movimiento, con niños y niñas, todos maravillosos, que nos alegran estos momentos de reunión en torno al fuego del respeto, la admiración y el cariño.

En esta por fin noche última, ponemos la misma letra y la misma música para expresar nuestros deseos.

Y llega otro año para caminar por sendas, veredas, sirgas, riberas, cañadas o cordeles.

Y encontraremos más árboles y más flores en las orillas, para tocar y para oler.

Pardillos, verdecillos, verderones, jilgueros, pinzones, petirrojos y colirrojos. Todos volverán a cantar a nuestro paso. Y así alegrarán la vida de esto que en ocasiones nos parece un paraíso.

Aunque también habrá que sortear aulagas, zarzas, espinos y plantas venenosas. Cuidado con la belladona (de nombre inocente), la higuera infernal, el tejo negro, el estramonio, el manzanillo de la muerte o el hongo de cuento conocido como oronja mortal.

Ojo, el peligro está al acecho detrás de las viperinas víboras.

En ningún bosque, todo es vida y dulzura.

Diremos ¡adiós! al que pasa y recibiremos con besos y abrazos de alegría a este año joven y nuevo.

Son los últimos minutos. Por delante, otros 365 días de un viaje silencioso y lento. Con la esperanza de lo que vendrá. Y la tristeza de lo perdido.

La vida sigue. Y pasa. Y pesa. Pero siempre regresarán las golondrinas  a anunciar la llegada de la primavera, para que todo sea igual. O parecido.

Y el deseo de felicidad por encima de todos los deseos. Y que las malas noticias vuelen lo más lejos posible.

Pase lo que pase, un abrazo para todos.