| Por Ángel Carlos Hernando|

Los pactos postelectorales dan más de si en cuanto a ver las costuras por las que se deshilachan los partidos políticos y su verdadera esencia, que para poner de manifiesto la importancia que conceden al ciudadano, al que tanto reclaman y aclaman.

Dadas las circunstancias, lo normal, es que por un lado las izquierdas tuvieran que entenderse y por otro las derechas. Y ese supuesto centro, si es que es centro, claramente desnortado, articulara mayorías de gobierno. En este contexto, las dudas que surgen son muchas; a no ser que se aclare cuales son las intenciones.

En nuestra villa el pacto local era más que evidente. Pero también es obvio que, a partir de aquí, las alianzas se basan más en un interés particular que general. Marcar una directriz central para pactos locales y regionales resulta poco eficaz, máxime cuando los componentes de esos comités nacionales solo se aproximan a las necesidades de los diferentes territorios en periodo electoral.

No hace mucho, quizá sólo días, se oía hablar del gobierno de la lista más votada, pactos de perdedores, sentido de estado o de regenerar la política. Por éstas y otras cuestiones resulta increíble que algunos vean con malos ojos que se pacte con independentistas, como si no hubiera que convivir, pero a la vez se impida la formación de un gobierno; salvo que el objetivo sea convocar elecciones hasta que gane el interesado.

El representativo abandono de militantes de los partidos políticos, debería hacer salir de las trincheras a algunos dirigentes. Una reflexión: poco alarmante ha resultado el pacto entre el Sr. Revilla y el candidato socialista al gobierno; ¿no será que en todos los territorios hay algo que negociar?.

Los pactos, encorsetados, que se están viendo en los últimos días, que sufren temblores apenas formados y que no perdurarán en el tiempo, han convertido las cotas de poder de alcaldías y diputaciones en un mercadeo, donde parecen más ofertas de un supermercado que instrumentos de interés público. No es razonable que se pueda gobernar una Diputación con dos o tres diputados, cuestión que en la práctica es inviable. Da la sensación de que los que pueden impedir el pacto entre socialistas e independentistas en realidad no quieren evitarlo, porque quizá, si no se llevara a cabo tendrían que ser felices y puede que no sepan.