| Por Ángel Carlos Hernando |
Hace tiempo que el ambiente socioeconómico de la villa se encuentra sumergido en un aire de pesimismo. Tal vez esta sensación no sea ajena a la que se vive en otros pueblos de similar nivel de población, y en consecuencia no esté alejado de la realidad. La nostalgia de lo que hemos sido, del bullicio presente en nuestras calles, puede conducir a esa atmósfera de pesimismo. Las causas de esa evidente decadencia socio-económica son de diversa índole; entre ellas las relativas a una transformación de las costumbres sociales, difíciles de controlar.
Con aparente unanimidad, el diagnóstico de la situación es concluyente: en apenas dos décadas hemos perdido una vida callejera que hoy añoramos; fiestas al margen. Parecemos haber tocado fondo sin haber explorado otras posibilidades de prosperidad, dejándonos llevar por cierto derrotismo.
Tratando de salir de esta incomodidad, podemos converger también en buscar otros caminos, con la ventaja de tener puntos de referencia vividos en el pasado. Es fácil diagnosticar la pérdida de tejido empresarial debido a motivos que dan para otro análisis.
Ante tal situación, el CIT Villa de Cuéllar, se muestra como una herramienta de la vida social y económica de nuestro entorno. El objetivo es atraer el mayor número de público posible a nuestra localidad, mostrando las bondades artísticas y culturales que somos capaces de ofrecer; entiendo que también recuperar público local.
En consecuencia, cuanta mayor sea la concurrencia en nuestras calles, mayor será la posibilidad de prosperidad económica.
No se trata de una asociación de comerciantes, hosteleros, productores, sino de cualquier tipo de entidad con vida que crea en la posibilidad de recuperación de Cuéllar, como centro de referencia. Se trata de una asociación de colectivos que comparten este objetivo.
Sin embargo, no seamos ingenuos; a este interés tal vez idealista, le subyace un más que legítimo interés particular: la búsqueda del beneficio individual. Pero no cabe duda que éste no es posible, hoy día, alejado de la colectividad. ¿Cuáles son las posibilidades de un pueblo cuya oferta es limitada o poco atractiva? Nadie es tan grande como todos juntos. Sólo unidos podemos reforzar la oferta.
El CIT debe comprender y promover las iniciativas de sus socios en la búsqueda de ese beneficio subyacente, tarea que en ocasiones no tendrá consecuencias inmediatas.
Imaginemos el pueblo en el que queremos vivir. Si es en uno instalado en el pesimismo, la resignación es el arma adecuada; si, por el contrario, es en uno próspero, rebelión.
De acuerdo, no es fácil; pero es posible entre todos.
Una reflexión muy acertada 👏