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| Por Pablo Maderuelo|

La historia de La Pepa es la de una mujer de Remondo que, junto con su marido, se lanzó a emprender en los años 70. “Algo fuera de lo normal en aquella época”, recuerda Sara, una de sus tres hijas, con quien quedo en Cuéllar para que me cuente su historia.

Me explica, con nostalgia, cómo sus padres se dedicaban al sector de la agricultura y, poco a poco, empezaron a darse cuenta del potencial que tenía la zanahoria en nuestra comarca; potencial incentivado por el hecho de que haya algunos momentos del año -el verano especialmente- en el que su cultivo tan solo es posible en esta zona de la Península.

“Empezaron a buscar zanahorias a unos trabajadores de Logroño que lavaban y envasaban. Y después llegaron otros procedentes de Andalucía que buscaban implantarse aquí por esas especiales circunstancias. Vinieron a ver Remondo, conocieron a mis padres, cerraron un trato y empezaron a lavar zanahorias”, recuerda.

Llegó un momento en el que estos trabajadores se marcharon. Y, al irse, “dejaron aquí el bombo y una cinta”. “A partir de ahí, mis padres empezaron a lavar zanahorias”, añade.

Así es como Pepa y José Antonio dieron los primeros pasos de un proyecto que, con el tiempo les ha llevado a consolidarse en la venta al por mayor de zanahorias, a lavar unas 6.000 toneladas de unidades al año y a generar un proyecto sólido al que hoy dan continuidad sus hijas Sara, Inma y Silvia, la segunda generación de la familia.

 

Una nueva generación al frente de Doña Pepa

“Mis padres tenían los albaranes manuales, no tenían correo electrónico, etc.”, recuerda Sara.

Poco a poco, el intenso trabajo que ellos habían hecho durante los primeros años tuvo que ir adaptándose a los nuevos tiempos y a la nueva generación que acabaría tomando las riendas de la empresa.

Inma y Silvia se incorporaron directamente a la gestión del negocio familiar. Sara, en cambio, se marchó a Valladolid a estudiar Ingeniería Industrial y después se instaló en Madrid.

Pero pronto constató que prefería trabajar en el proyecto de la familia antes de hacerlo para terceras personas. “Comencé poco a poco; incluso me llamaron de Madrid para trabajar, pero no quise irme porque aquí estoy más tranquila”, recuerda.

Hoy, hay una decena de personas trabajando en Zanahorias Doña Pepa, con una plantilla marcadamente femenina, y se encargan de la recogida, el lavado, el envasado y la distribución. Además, aunque mayoritariamente compran el género, también se han lanzado a la siembra de, aproximadamente, un 20 por ciento del volumen total que manejan.

Una vez que han culminado el proceso, distribuyen a mercados mayoristas de lugares como Madrid, Barcelona o Valencia. “Nuestro principal público se encuentra ubicado en España y Portugal”, explica Sara. También trabajan con alguna pequeña frutería que les compra directamente sus productos.

“Trabajar aquí es una gran oportunidad que estamos sabiendo aprovechar”

A Inma, Sara y Silvia les encantaría poder seguir creciendo y modernizando poco a poco los procesos; sin embargo, no es una tarea fácil, por distintas circunstancias. Una de ellas es la falta de mano de obra.

“Hay muchas dificultades para incorporar personal. Hay poca gente y, la que hay, tiende a buscar trabajos más cualificados. He tenido alguna oferta de trabajo para la que no he encontrado a nadie”, lamenta.

También cree que el sector primario requiere un mayor apoyo, especialmente ante la subida de los precios.

“Debemos darnos el valor que tenemos. En otros países, creo que se apoya más al sector”, afirma, para después explicar cómo la burocracia y las numerosas exigencias administrativas acaban por asfixiar a pequeños productores que no tienen los mismos recursos que las grandes empresas. “A veces sentimos que somos un poco invisibles”, critica.

Sin embargo, está convencida de que trabajar en una zona especialmente propicia para el cultivo de zanahorias es “una oportunidad bastante grande” que la empresa está “sabiendo aprovechar”. “Hay muchas empresas aquí dedicadas a lo nuestro: no solo a las zanahorias sino también al puerro, a la remolacha, a la patata, etc. Es un sector muy importante al que hay que potenciar más”, sugiere.

Un sector importante que puede ser también un sector con gran futuro. ¿Quizás para la tercera generación de la familia?

“No nos importaría, pero será lo que ellos quieran una vez que llegue el momento. Según está todo, sería una buena salida profesional. Sí que me gustaría que mis hijos salgan, vean lo que hay fuera pero que, una vez visto, sean ellos quienes decidan qué es lo que quieren”, explica.

Pasado, presente y futuro. La historia de una familia que ha encontrado en la zanahoria la base de un proyecto que tiene mucho de profesional, pero también de familiar. Medio siglo después de emprender, José Antonio y Pepa están ya jubilados, pero siguen pendientes de Doña Pepa. Si algo le ‘duele’ a la empresa, también les ‘duele’ a ellos, como si de un hijo más se tratase.

No es exactamente un hijo más, pero sí una parte fundamental para tres de sus hijas. Y, por qué no, la razón para que la tercera generación encuentre una razón para seguir en su pueblo y continuar el legado de sus abuelos.

 

Sobre Pinariegas

Pinariegas es una iniciativa desarrollada por el Grupo de Acción Local Honorse Tierra de Pinares en el marco de la Estrategia de Emprendimiento de la Mujer en los ámbitos Agrario y Agroalimentario dirigida a dar visibilidad a proyectos innovadores de la comarca y a difundir las oportunidades que este sector supone para la creación de nuevos proyectos y la fijación de población.