Ir a los toros con motivo de las fiestas patronales de la localidad es una costumbre cada vez menos generalizada en España.
Entiéndanme, que los aficionados y seguidores de la Tauromaquia seguimos asistiendo a los festejos taurinos, allá donde nos interesen. Ahora bien, el tirón de antaño de plazas de toros llenas de público en festejos de pago se ha venido a menos, que no en los gratuitos.
Cuéllar lo sufre, como la mayoría de cosos, pero en nuestro caso defiendo que el tipo de feria ‘decadente’, que programa, es una de las causas principales. Sin olvidar el desprecio de una década, por parte de los presidentes de turno, hacia el tendido.
Los toros de buena factura con sus pitones de nacimiento, aún de hierros encastados reconocidos, no están de moda.
Toreros sin campanillas, de profesionalidad contrastada con toros, toros, impredecibles, no están de moda. La emoción en los toros, no está de moda.
Solo hay que echar un vistazo a los festejos que más público han atraído en las ferias ya celebradas para darnos cuenta lo que está de moda, observar las fotos de los toros lidiados y reconocer a los espadas.
Toros de procedencias similares, “domecq-adas”, de cuernos sospechosos ajenos a los de nacimiento y toreros de campanillas que no suenan, cuando el toro se cartela con integridad y encaste minoritario, cuando la emoción se queda en las vacas que se mandan al matadero.
Ya saben, lo que no está de moda es decadente y tiende a desaparecer. A tiempo están de no perdérselo antes de que suceda.