| Foto y texto por Pablo Quevedo Senovilla | 
Cuántos caminos de piedra blanca recorriste,
para llegar en silencio.
Cuántos mares y ríos, prados y montañas,
entre aulagas, zarzas y matorrales,
vestida en punzantes y afiladas espinas.
¡Pero no te importa!
El viento, la lluvia, el hielo, la niebla,
el sol brillante no te ciega,
tú sigues adelante y no te cansas,
no te escondes, pero no te dejas ver.
Sólo quieres hacer daño.
¿De dónde eres?, ¿quién te envía?
Ésta es una tierra fértil y acogedora,
con una biodiversidad que la naturaleza proporciona
para trabajar y echar raíces en ella.
Y tú quieres quitarnos la vida,
a niños, jóvenes, mayores y más;
no tienes predilección.
Cuánta agua necesitaremos para apagarte.
Cuántos días.
Llegan tiempos de misterio, donde el camino se acaba.
Hallaremos el sendero donde veamos el fin,
¡o nos cegamos!
Nuestra tristeza no se ve, está escondida.
Tú sí la ves, pero no dices nada.
Corres como fantasma, engañoso sin conciencia.
La ciencia no alcanza a ver dónde tienes el granero
de esa semilla de hierba venenosa.
Todos confiamos atajarte algún día y destruirte.
 

Hoy, como muchos días, paseo por los pinares. Hago un alto en el camino y respiro fuertemente. El olor de trementina, mejorana, perpetua y cantueso me alivia profundamente. Pienso en los hospitales, en todos los profesionales, personas ejemplares en sus tareas. Reconozco que son dignos de admiración. Tantas horas, tantos días al pie del cañón. Qué grandeza de servicio para España. Miles de gracias.

Pienso en los enfermos, en sus familiares, en sus acompañantes. Todo un misterio de sufrimiento, con esperanzas a corto o medio plazo. ¿Cuándo será?

Estoy abrazando un pino, grande y fuerte, que me transmite energía. La necesito para aguantar tanta palabrería circulando por televisión, wasap, prensa, radio, redes sociales… sin límite, todos los días.

Quiero que pasen los meses y que lleguen otros tiempos, para que las aguas sigan su curso, por arroyos y ríos. Quiero que comience la primavera, a la que seguirá el verano, y luego el otoño… Quiero ver las praderas de un verde brillante con flores, los trigos y las cebadas con espigas bien granadas. Quiero que canten las abubillas, el cuco, el arrendajo, los pinzones y los mirlos, las cornejas enlutadas y los jilgueros de colores, los pardillos, verdecillos y verderones, las golondrinas, vencejos, aviones, calandrias y ruiseñores.

Quiero disfrutar de la alegría de la primavera, con todo su colorido y esplendor. Ya llegará el otoño para desnudar toda la vegetación y regalarnos las bellas pinceladas de colores agradables, alfombrando los suelos de hojas crujientes al pisar que el viento siempre vuelve a enviar a su antojo.