Alfonso Rey pronunciando el pregón inaugural de las fiestas de Cuéllar. | Foto: César Quintanilla |
| Por L. Lázaro Santiuste |

Dar las gracias no es suficiente.

Hoy recuerdo una de las muchas conversaciones con Pablo Quevedo, mi sobrino:

“Tía, qué grande es mi amigo Alfonso. Su sencillez, su elegancia, su saber hacer, es como poco la de las personas grandes. Sin maldad. Sin egoísmo. Dándolo todo y sin pedir nada. Casi sin palabras, nos entendemos y lo que es mejor, nos queremos. Es para mí un hermano. Su compañía me ayuda, me alienta a seguir y no hay ni un solo día que no me llame por teléfono. Siempre está conmigo, a mi lado… Eso me anima mucho.”

Querido Alfonso, doy fe y he sido testigo de las muchas conversaciones en las que mi sobrino ha dicho siempre el aprecio y el cariño que sentía por ti. Cariño que ha sido mutuo siempre sin un final porque va más allá de la vida.

Tus palabras llenaron la plaza, con bravura y energía, con imperativos potentes, con sencillez, precisión, y sobre todo con mucho cariño. El sábado cambiaste el pincel y la paleta por el lápiz y papel y supiste llenarlo de emoción y sentimiento demostrando a todo un pueblo un gran valor: la Amistad.

Para mí, no es suficiente decirte “gracias” por acordarte en ese día de una buena persona que te quería, te apreciaba y te admiraba. Para mí y para toda mi familia lo importante es conseguir que las personas queridas que nos han dejado, sigan vivas y no desaparezcan nunca y eso, querido Alfonso, en estos días, tú nos lo has regalado.

¡Enhorabuena Alfonso! y, aunque no sea suficiente, ¡gracias!

En mi nombre y de toda mi familia.

Por cierto, estoy segura que la persona que tenías al lado te dijo:

“Macho, lo has clavao”