| Por J. Ramón Criado Miguel |

La concentración parcelaria de los pinares en parte del término municipal de Gomezserracín, promovida por la Junta de Castilla y León, como paso previo a la tercera fase de la recarga del acuífero de El Carracillo ha provocado la oposición de los vecinos propietarios de pinares afectados por dicha concentración.

Conociendo el tradicional carácter pacífico de los habitantes de la comarca, cuando un grupo tan importante de un pueblo se manifiesta en la calle, de la manera que lo ha hecho recientemente, se saca la conclusión de que van cargados de razones. Sirvan estas líneas de apoyo a los que defienden en justicia lo que consideran que es suyo.

Aunque el asunto de la recarga daría mucho de qué hablar sobre si se ha llevado desde sus orígenes en persecución del interés general, nos centraremos en las reivindicaciones de este último conato de disconformidad con la manera de ampliar el proyecto de la recarga. Una de las pancartas exhibidas en la referida protesta en Gomezserracín llama la atención a la Junta sobre que los pinares no son de la Administración. Y con toda la razón, porque históricamente una cosa son las masas concejiles o de Villa y Tierra y otra los pinares que son de repoblación en las tierras más pobres, obra de nuestros antepasados no tan lejanos (el pinar y el majuelo me lo plantó mi abuelo). Realidad esta desconocida por muchos y hasta por el hidrogeólogo perito mandado por la Junta a una de las reuniones informativas (o manipulativas) celebradas en el pueblo que ahora protesta.

Los propietarios de los pinares se sienten agraviados en sus derechos sabiendo además que en la maniobra subyace el objetivo de garantizar el agua necesaria para los cultivos de todo El Carracillo. Todo so color del fomento del empleo y de fijar población en la comarca. Argumentos loables que esgrimen tanto la Junta como el grupo de presión que viene siendo la Comunidad de Regantes, que quieren garantizarse el agua para una superficie de regadío que tiende más a su expansión que a su sostenimiento. Progreso sí, pero no a cualquier precio.

Ese ansia de agua de este grupo minoritario de regantes estigmatiza a todos los habitantes de El Carracillo, lo que también es injusto. Más injusto, además, con la generosidad de la mayoría, si consideramos que la propiedad de la tierra en la comarca sigue estando muy repartida, y que es el conjunto de vecinos el que ha depositado el uso de sus tierras en los agricultores que las labran junto a las que son de su propiedad. Y sobre todo hemos depositado en sus manos el uso del agua, bien común sobre el que los regantes deberían tener el compromiso moral de gestionarlo bien para no embargarnos a corto plazo también el aire.

El común de vecinos ya ha pagado peajes como el tener que consumir agua embotellada para consumo de boca por la concentración de arsénico en la de sus grifos, consecuencia directa de la sobre-explotación de los acuíferos.

Como desertor confeso que soy del arado y como carracillano emigrado, asumo que no esté al corriente de algunos factores. Sin embargo, me indigna la prepotencia con la que el político electo in extremis y  Consejero de Agricultura, en su reciente visita a la comarca, expuso que las obras de la tercera fase de la recarga se harán sí o sí. Lo razonable es que prime el sentido común y encontrar el equilibrio buscando otras fórmulas para que el beneficio de unos pocos no perjudique a la mayoría.

Y si me expongo, en este ejercicio de asertividad, a que también me estigmaticen los que me conocen por tomar postura, es por haber presenciado cómo un pozo centenario de uso doméstico en un corral de mi propiedad, al que nunca le faltó agua y sin haberle restado yo una gota, este año ha tocado fondo y se ha secado por primera vez. Ha sido la señal para dar un paso al frente.