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| Por Pablo Maderuelo |

Siempre hubo una conexión especial entre Rocío y el mundo la pastelería. Y no solo porque su padre trabajase en una cuando ella apenas era una niña sino por otras tantas razones.

Cuando solo era una niña, entrar en la pastelería los domingos después de misa era para ella una de las grandes emociones de la semana. Y cuando fue creciendo y se convirtió en una adolescente, el destino de su propina no era otro que una bamba a la que aguardaba con impaciencia durante el resto de la semana.

Por eso, cuando pasaron los años, Rocío quiso convertir su pasión por la pastelería y todas las emociones que había a su alrededor en la vocación que movería su proyecto profesional.

Hace 10 años se marchó hasta León a hacer un curso de pastelería. Rápidamente, entendió que, si quería hacer las cosas de forma diferente y cuidar con mimo hasta el último de los detalles, debía tener su propia pastelería.

Así, poco tiempo después, decidió hacer una pequeña inversión, alquilar un local y abrir su propia pastelería en Carbonero el Mayor, un pueblo que no era el suyo, pero al que se encontraba muy ligada desde hacía años por una de sus amistades.

Los comienzos fueron duros. “Compraba materia prima como si se fuera a acabar el mundo”, recuerda Rocío con nostalgia. Sin embargo, lo más difícil no era elaborar los productos ni trabajar de cara al público, que le encanta; lo más complicado era todo lo demás.

Pero Rocío estaba cumpliendo un sueño. Estaba haciendo feliz a aquella niña que iba a la pastelería cada domingo después de misa. Y no solo superó las dificultades propias de los inicios, sino que rápidamente comenzó a interesarse por el mundo del pan.

Pero no cualquier pan. El pan de siempre, el de toda la vida, el que se hace despacio y de forma artesanal.

Como el local que había alquilado no le permitía unir panadería y pastelería, cambió de ubicación, dentro de Carbonero el Mayor, y unificó ambas disciplinas en la actual ubicación de Obrador El Molino, en la calle Segovia.

 

Pan de fermentación lenta y de elaboración continua

La maquinaria y las cámaras en las que ha invertido Rocío les permite hacer el pan de forma lenta y continuada. “Mi lema es estar haciendo pan durante todo el día” para que el cliente, cuando lo compre, lo encuentre lo más reciente posible, explica.

“Además, siempre trabajo con productos artesanos. Hago el pan con muy pocas levaduras, con unas fermentaciones muy largas y con procesos lentos que se aprecian después en el contraste entre la miga y la corteza. Las levaduras deben tener tiempo para hacer su proceso porque si no, acaban por hacerlo en tu estómago”, advierte.

“Creo que tenemos un pan de 10 y que hay muy pocos como el que nosotros estamos haciendo”, explica Rocío, que adjudica una buena parte del mérito a su compañero Juan Carlos, un profesional procedente de Santo Tomé del Puerto que cuenta con una larguísima experiencia en el sector. “Si hay una persona que trate el pan con más mimo y se esmere más es él. Para él es una pasión”, reconoce.

El mismo espíritu artesanal con el que hace el pan es el que siempre ha movido a Rocío en la pastelería. “Las cremas, las natas, las mermeladas son siempre artesanas. Lucho por hacerlo así porque creo que es muy necesario en el mundo en el que vivimos, en el que todo está hecho de polvos, aditivos y en la mitad de tiempo”, explica.

Para trabajar de ese modo, Rocío utiliza los “trucos de la vieja usanza”, los que le han transmitido las personas mayores de las que ha aprendido. Y, si algo se le resiste, pide ayuda a profesionales que sabe que pueden tener la respuesta. “Formarme, conocer gente, aprender de otros profesionales es lo que realmente más me ha ayudado. De cada persona, de cada curso, de cada situación, siempre se aprende algo, aunque sea el más mínimo detalle”, asegura.

 

Las polkas y las tartas charlotas, lo más buscado por sus clientes

Junto con el pan, algunos de los productos más demandados por los clientes de Obrador El Molino son las polkas, típicas de Carbonero el Mayor, o las tartas charlotas, que son otra de las especialidades de la zona. Sin embargo, Rocío no se olvida de mencionar el ponche segoviano, los croissants de mantequilla, las pastas de té o la empanada gallega, de la que destaca especialmente su hojaldre casero.

Son productos elaborados a partir de materias primas de proximidad, de elementos de la zona, porque Rocío está convencida del sentido de comunidad que caracteriza al medio rural y de la importancia de que unos profesionales apoyen a otros.

Proximidad que traslada también a la difusión y reparto de sus productos, que lleva a otros pueblos del entorno o a Segovia capital. Especialmente, a establecimientos del sector hostelero. Si bien, en este momento, está comenzando a explorar también el ámbito de las bodas y las celebraciones.

Poco a poco, con sus pasteles, sus panes, sus empanadas, sus pastas, Rocío ha ido construyendo ese pequeño mundo dulce que a aquella niña que salía de misa le habría resultado un auténtico paraíso. Ha sabido cumplir su sueño y lo ha hecho con pasión y con dulzura. Con la satisfacción de contar con la ayuda de su hija y con la tranquilidad de hacer lo que quiere, del modo en que quiere y en el medio rural, que es donde ella ha querido hacerlo.

Seguro que más de un domingo, algún niño o niña de Carbonero entra en Obrador El Molino y dedica su propina a comprar un pastel. Sin duda, ese será el mejor homenaje que Rocío puede hacer a aquella niña que aguardaba con ilusión aquella bamba que, semana tras semana, conseguía hacerle feliz.

 

Sobre Pinariegas

Pinariegas es una iniciativa desarrollada por el Grupo de Acción Local Honorse Tierra de Pinares en el marco de la Estrategia de Emprendimiento de la Mujer en los ámbitos Agrario y Agroalimentario dirigida a dar visibilidad a proyectos innovadores de la comarca y a difundir las oportunidades que este sector supone para la creación de nuevos proyectos y la fijación de población.