| Manuel Escribano puso la nota más negativa del festejo |

| Por Francisco Salamanca | | Fotos: Gabriel Gómez |

Tras un encierro complicado se esperaba, con expectación, el devenir de los toros de este encaste minoritario, que lucha por sobrevivir en un sector, donde la mayoría de las ganaderías apuestan por la toreabilidad y nobleza, a costa, muchas veces, de la casta y la bravura.

Se lidiaron toros de la ganadería de Partido de Resina, de excelente presentación, escasos de raza, el segundo y cuarto. Justitos, de lo mismo, el resto.  Manseó el tercero y el cuarto. Con calidad para la muleta tercero y sexto. Se les pegó, en general, lo indecible en el caballo.

El público ovacionó, antes del paseíllo, al equipo médico de la plaza, encabezado por Dña. Marta Pérez López, por su actuación el día anterior en la cogida del Manuel Diosleguarde, teniendo que salir al tercio a saludar ante la insistencia y largura del aplauso. La propuesta fue de la Peña Taurina El Encierro; el Ayuntamiento y la presidencia se unieron al homenaje anunciándolo por la megafonía del coso.

Fernando Robleño, de blanco y plata con cabos negros, resolvió con dignidad su actuación, ensombrecida con el peor lote de la tarde. Airoso con el primero, de salida, que le apretó con el percal en las tablas. Con el sobrero, que sustituyó al acalambrado primero, un toro complicado que no atendía a la provocación de la muleta, y que recibió lo suyo en varas, nada pudo hacer el madrileño. Destacar un excelente par de Fernando Sánchez. Con el cuarto estuvo por encima de la condición del toro, que poco contribuyó en su lidia. Necesitó de dos pinchazos y estocada para que rodara su oponente. Silencio en ambos.

Manuel Escribano, de purísima y oro, recibió a su primero con una larga de rodillas y ahí se acabo todo: la torería, el traje de luces, la vergüenza torera, el oficio… hasta el punto de que ante su actitud, nadie le reclamó ni un mísero par de banderillas. De acuerdo que su primero fue un toro descastado, además de distraído y de embestida descompuesta, pero el bajonazo que recibió, puso al torero en el nivel de su oponente. No se merecía el equipo médico de la plaza, al que Escribano brindó el toro, actitud tan lamentable. El quinto, un torazo, se dejó el alma en el peto, hasta en tres ocasiones le metieron en el caballo, en un intento de quitarle las intenciones, por si las tenía malas. En la muleta se demostró que no las tenía, las intenciones, ni buenas ni malas y el de Gerena, en vez de asearse con una lidia digna optó por las artimañas del engaño. Otro `bajobajonazo´, que es más abajo que el bajonazo típico, hizo rodar al morlaco. Recibió pitos en ambos toros.

Damián Castaño, de blanco y oro con cabos negros, disfrutó ¿del mejor lote? Su primero, un cárdeno guapo, cantó la gallina tras el segundo encuentro con el peto. En la muleta, el toro, fue otra cosa, metía la cara y repetía, lo que aprovechó Castaño para ligar muletazos en series con transmisión. Unos ayudados por bajo que arrancaron los ¡olés! del público y el sainete con la espada (dos pinchazos y media), que impidió los trofeos. Ovación y ovación con fuerte petición en el sexto, del que obtuvo la única oreja del festejo, tras una estocada rinconera, fue el resultado de su actuación.  El último toro fue el de más clase de la corrida y el torero salmantino estuvo a la altura.