| Por César Quintanilla |

Ni tan siquiera nos podemos agarrar al clavo ardiendo, era la única esperanza y consuelo cuando las cosas se tuercen o no van bien. Mientras camino hacia mi vejez intento comprender todo lo que rodea al paso de los días, frustraciones en la juventud, cansancio de una tolerancia irracional, temor e incertidumbre.
Camino muchos de mis días observando el deterioro del mundo que me rodea, no el mundo que nos enseñan las televisiones, la prensa o cualquier medio de comunicación. Me fijo en muchas casas dejadas, abandonadas, mudas y fantasmagóricas, mientras recuerdo el título de un libro, `La herencia peligrosa´. ¿Y por qué este título?, el peligro, sencillamente el peligro muy distinto al que Zafer Senocak explícitamente narra en el libro del mismo título.

Heredar se ha convertido en un verbo peligroso en nuestras vidas, sobre todo si lo que se hereda no son genes físicos, o comportamientos de nuestros padres, no, esas herencias incluso son muy sentidas y queridas.
Digo bien cuando camino hacia los días de mi vejez, que muchas herencias hacen del paisaje un plano desolador. Hoy sea cual sea la ruta para caminar hacia esa vejez, veo casas abandonadas, haciendas que fueron prósperas, hoy ruinas de un pasado no muy lejano, nada lejano si nos adentramos en ese harina de otro costal.
¿Cuál es la causa del maleficio ?. ¿Por qué hay tantas casas y viviendas en pleno abandono ?. ¿Por qué los propietarios dejan perder sus orígenes?.

Mientras la salvaguarda de un sector metido de lleno a enriquecerse, las leyes abandonan la prioridad y necesidad, la justicia y el decoro. La herencia legítima se sanciona, se castiga, se graba con impuestos desorbitados, la herencia que tanto trabajo costó conseguir a nuestros mayores, hoy no tiene salvación, no hay leyes de protección ni ánimos para evitar la imagen desoladora que uno ve vaya donde vaya.

¿A qué se debe el interés del impuesto de sucesiones?, el impuesto de la muerte, el castigo de una herencia que termina en rechazo. Cuanto menos resulta doloroso comprobar que lo que te dejaron tus padres en herencia, a duras penas sólo será un recuerdo.

El rechazo a las herencias no está de moda, es una imposición “gubernamental” en alza por el elevado coste burocrático, por la ambición y el desorden que se ha establecido en muchas de las hojas de eso que llamamos burocracia impositiva.
Aumenta el porcentaje de rechazo a la herencia de bienes e inmuebles y todo porque sale más barato rechazar una herencia que admitirla dado el absurdo afán de recaudar dinero de una forma injusta y desleal para los intereses de muchas familias que ven cómo heredar les puede suponer una ruina.
Las tasas e impuestos abrasan a los autónomos, los escasos recursos que se da a los jóvenes que quieren abrirse un camino laboral, las dificultades y trabas administrativas suponen el robo de muchas ilusiones, el honor y la ética política viven sus horas bajas causándonos un desorden psicológico por el cual vemos muchas cosas de color negro.

Camino y camino viendo ruinas preguntándome dónde irá a parar el importe de un impuesto de sucesiones, ¿a la Sanidad, a las ayudas sociales malamente distribuidas, a dónde puede ir?. Duele y mucho que ni hijos, ni nietos en muchos casos puedan disfrutar de cuanto sus padres o abuelos les dejaron, la zarpa del impuesto de sucesiones siempre está al acecho.

– ¡ Cuando seas mayor, todo esto será tuyo !.

Miles de renuncias a la herencia, desacreditan esa frase…. ¡No, cuando sea mayor lo perderé  todo! la rabia e impotencia serán tu herencia.