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miércoles, 8 de mayo de 2024
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López Simón, a hombros, triunfador de la tarde

|Por Francisco Salamanca| | Fotos:Gabriel Gómez |

Los “Condessa de Sobral” vuelven a Cuéllar. López Simón, a hombros, triunfador de la tarde.

Ferias de San Miguel por todo lo alto: encierrillos, probadillas y encierro tradicional con corrida de toros mixta por la tarde. Los toros de Condessa de Sobral, de los que solo se corrieron cinco, por lesión de uno de los programados, protagonizaron un encierro complicado. Toros poco controlados, imparables en el campo, que derivaron en un encierro roto por las calles, muy mejorable, y necesitado de una seria reflexión.

Debutaba la ganadería en el escalón más alto, el de las corridas de toros. Hasta ayer habían lidiado novilladas, muy buenas las dos de Cuéllar, y corridas de rejones en Portugal. El salto suele ser duro y mantenerse, más. El resultado de ayer fue agridulce.

 

Ficha del festejo

Corrida de toros mixta, en tarde apacible con un quinto de entrada. Se tocó el himno nacional tras el paseíllo. Un toro de Lora Sangrán, orientado y noble, para Miguel Moura, pitos. Cinco toros de Condessa de Sobral, de presentación desigual, delgados, descastados, mansos y nobles, en general, sobresaliendo el lidiado en quinto lugar, y un toro de Simón Caminero, lidiado en sexto lugar, encastado, manso y peligroso.

De luces, López Simón, aplausos tras aviso y dos orejas, salió a hombros, José Garrido, oreja y división de opiniones, y Ruiz Muñoz, silencio en ambos toros. El subalterno Alberto Hernández, de la cuadrilla de Ruiz Muñoz, resultó herido por asta de toro en el sexto de la tarde.

Miguel Moura, a la Federica, demostró buena cuadra pisando terrenos comprometidos ante el de Lora Sangrán, un toro muy parado que acusó el exceso de corral. Con altibajos, con los garapullos, se ganó los aplausos del respetable, pero el sainete con los de muerte y el descabello, los convirtió en pitos. Bien el presidente al negarle más rejones desde la montura.

Alberto Lopez Simón, de tirita y oro con cabos blancos, estuvo voluntarioso y con oficio ante el burraco, primero de su lote, escaso de presencia, flojo del tercio posterior (protestado), manso, sin raza, con la cara arriba y en huida continua de la pelea. Lo mejor, dos series ligadas con el de pecho, a pesar de las condiciones del oponente, al que pasaportó de dos pinchazos y estocada desprendida, escuchando algunos aplausos.

Su segundo, un toro negro, de buena estampa, tuvo otro son desde la salida. Cumplió en la pelea en varas, aunque con la cara arriba. En la muleta demostró codicia y calidad, el mejor de la tarde. El madrileño le entendió a la perfección, ganándole los terrenos en la distancia justa, por ambos pitones, resaltando algunos naturales de calidad. Los redondos terminaron de convencer al público que, tras estocada casi entera efectiva, reclamó los trofeos al presidente, que le concedió las dos orejas, abandonando el coso por la puerta grande.

José Garrido (José Manuel Garrido Santos) lució un terno blanco y azabache. Con su escaso y descastado primero, el lidiado en tercer lugar, el torero pacense estuvo muy por encima del toro que, aunque manseó en el caballo y banderillas resulto dócil para la muleta. Series cruzadas al pitón contrario, muy en la cercanía de los terrenos del toro, sin quitarle la muleta de la cara, elaboraron una faena de oficio que obtuvo su recompensa con una oreja.

Su segundo fue otro cantar, un toro colorado, de buena presentación, manso, reservón y peligroso. En el segundo tercio corneó al banderillero, de Sanchidrián, apodado cariñosamente “Botijo” tras hacerle el quite al compañero de la otra cuadrilla. El toro, intoreable, no tenía un pase y Garrido abrevió, acertadamente, con el acero, obteniendo el aplauso de parte del público y algunos silbidos de los que no entendieron la condición del toro.

Ruiz Muñoz (José Ruiz Muñoz Carabaña) vistió un traje aguamarina y oro con cabos blancos. A su primero, un toro muy protestado por el público, tras acalambrase en el capote y pasar al último tercio en un abrir y cerrar de ojos, tras pinchazo con el de castoreño y dos pares de banderillas, por concesión presidencial, el torero gaditano le toreo en la lejanía con algunos apuntes de naturalidad sin transmisión. Su segundo, el más serio del encierro, se marchó sin torear. El toro, muy en Torrestrella, tenía calidad, metía la cara galopando y con nobleza, pero faltó oficio y el toro ganó la batalla. El de Sobral rodó tras pinchazo, media, desde lejos, y descabello.

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