Integrantes de la banda de música durante su pregón en 2019. | Foto: Gabriel Gómez |
| Por José Luis G. Coronado | 

Este año no se oirá la campana llamando a concejo el Sábado de Toros. Pero iremos. No transitando las calles que llevan a la Plaza Mayor con la alegría recién estrenada de un año más de encierros para escuchar al pregonero. Pero iremos. Porque como decía el poeta: “Aunque mis ojos ya no puedan ver ese puro destello que en mi juventud me deslumbraba. Aunque ya nada pueda devolver la hora del esplendor en la hierba, de la gloria en las flores, no hay que afligirse, porque la belleza siempre subsiste en el recuerdo”.

Mientras el presente es efímero y el futuro es incierto, lo único verdaderamente certero es el pretérito; y esa certeza la tenemos todos y cada uno cuidadosamente guardada en el recuerdo. Por eso este sábado acudiremos todos al no pregón, en medio de estruendosas charambitas de silencio, llevando cada cual su memoria como un pañuelo rojo hecho de esquirlas de la vida, retazos de nostalgia, remembranzas y ensueños. Porque no solo es real lo que se palpa, lo es igualmente, o más, lo que se sueña. En este Sábado de Toros nos emborracharemos de quimeras, nos perderemos, beodos perdidos, en la niebla del tiempo y seremos capaces de permanecer insomnes aunque el domingo no amanezca con la suelta ni por las calles vaya a desquiciarse el mágico tropel del primer encierro.

Habrá un tiempo en ese no pregón, arrebujado en lo más íntimo, para desgranar el rosario desolador de las ausencias. Cuántas vivencias con amigos que ya no están, cuántas aventuras, cuántas canciones deshonestas, cuántos abrazos, cuántas anécdotas al calor del vino. Pasará ante nuestros ojos la película del Sábado de Toros a través de los años, en mi caso más de setenta, y en esa retrospectiva se nos presentarán los rostros risueños de las decenas de amigos que, aunque se fueron, permanecerán vivos este año también para dejar patente que no se acaba todo con la ausencia.

Pero que nadie se aflija, el no pregón de este año solo es una pausa, la Plaza Mayor vacía de este año solo es una pequeña peripecia en nuestras vidas, un lapsus que nos preparará con ilusión redoblada para volver al pregón de 2021, alejados ya del peligro sanitario y con el ánimo fortalecido por haber doblegado los escollos y almacenando en nuestra memoria, como un mal sueño, el no pregón del año que tuvimos que guardar las pancartas de las peñas y enarbolar el pendón de la vida.

Por la parte que me toca, yo ya estoy preparando mi ceremonia personal para cuando el sábado llegue la hora. Me instalaré en mi pequeño porche, con la silla orientada en dirección a Cuéllar, una emocionante grabación de jotas segovianas y una botella abierta de tinto de la ribera. Y en el momento mismo en que acabe el no pregón, con una copa en la mano y para escándalo de mis vecinos, gritaré a pleno pulmón: ¡A por ellos!