|Por Mónica Rico|

La Constitución de las Cortes Generales tuvo un protagonista de excepción: Diego. Muy pocos lo conocerán por su nombre. Se trata del bebé de la diputada de Podemos Carolina Bescansa, que se convirtió en el objetivo de los focos y de las miradas de los presentes. El debate sobre si es o no correcto surgió minutos después. Tanto en los medios de comunicación como en las redes sociales surgieron numerosos detractores, que tachaban la medida de afán de protagonismo, y otros tantos defensores.

Según la propia Bescansa, con su acto quiso realizar un análisis sobre la conciliación de la vida laboral y familiar, algo sobre lo que todavía queda mucho por avanzar y trabajar. La diputada es una privilegiada, pues en el Congreso cuentan con una guardería, en la que el pequeño Diego podrá disfrutar de grandes profesionales y disfrutar con bebés de su edad. Pero no todas las empresas, por no decir casi ninguna, ofrecen esta posibilidad. De hecho, en Cuéllar, ni siquiera se cuenta con una guardería pública, lo que complica esa conciliación a numerosas familias.

Familias sí, porque conciliar no sólo compete a las mujeres. De hecho, en muchas ocasiones traslada las barreras de papá y mamá, y somos muchos los que tenemos que pedir ayuda a nuestros familiares para poder criar a nuestros hijos. Gracias abu y nona. Gracias a todos los abuelos, tíos, hermanos, primos, amigos, etcétera, que se quedan un ratito con los hijos de otros.

Hace tan sólo unos días, en una charla de bar, una abuela me echaba en cara que ahora les utilizamos para que nos ayuden a cuidar de nuestros hijos y luego “nos mandaréis a una residencia”. Aparte de no ver el lado malo de las residencias de ancianos, dónde estos están excepcionalmente cuidados, creo que nadie trata de ‘utilizar’ a los familiares. Simplemente buscamos un apoyo para poder sacar adelante a nuestra familia. Y no hay mejor colaboración que dentro de tu propia familia. En ella los pequeños no tendrán grandes profesionales, pero sí aquellas personas que les profesarán un cariño inigualable y que permanecerán por siempre en sus vidas.

El acto de Bescansa me alegra sobremanera, especialmente por dos cuestiones. La primera, porque se reabre el debate de la conciliación, tan necesario. A la espera de escuchar medidas de todos los partidos al respecto, me pongo con la segunda: la diputada ha dado de mamar a su bebé en su escaño. Y nadie se ha escandalizado. O por lo menos las críticas se han centrado en que llevara al pequeño y no en ese hecho concreto. El dar por hecho que la lactancia materna es algo natural es una pequeña muestra de que algo estamos avanzando.