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domingo, 5 de mayo de 2024
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Si el abuelo levantara la cabeza

| Por Francisco Salamanca |

Que pronto olvidamos lo que fuimos. Afortunadamente las crónicas, los medios gráficos e incluso la arquitectura de muchas de nuestras casas, intra y extramuros nos recuerdan que nuestra villa tuvo, en la agricultura, la principal fuente de ingresos de la mayoría de los vecinos, hasta bien entrado el siglo XX, a pesar de que en sus principios ya existían las primeras fábricas de harinas y achicoria. Las casas contaban con corral y  cuadras, donde se ubicaban diversos animales domésticos que participaban de la economía familiar. La evolución de la explotación agrícola, precisó de mayores espacios donde albergar maquinaria y aperos, lo que redundó en corrales más pequeños con la desaparición de la mayoría de las cuadras de caballerías. No son pocas las casas que disponen de esta tipología en nuestra villa. Pero, las leyes avanzan que es un primor en este mundo globalizado, donde las particularidades parecen ser perseguidas y de futuro incierto. Un pueblo, el mundo rural en general, es una particularidad. Las leyes se elaboran en las ciudades, la televisión mediática nos iguala con el resto de ciudadanos y nuestros ediles, procuradores y diputados se olvidan de defender nuestra singularidad, con ordenanzas urbanitas en nuestros pueblos, con disposiciones en el medio natural que desequilibran las poblaciones silvestres y favorecen los incendios, o con leyes que nos arrebatan servicios. Penosa gestión del medio rural, esclava de su despoblamiento, cuando debido al mismo mantiene tanto medio natural, sin coste para el burócrata, pero también sin beneficio. Cuéllar constituye una de esas poblaciones en dura pugna, entre gobernantes y vecinos, los unos a golpe de ordenanza, que impide a un niño de seis años jugar a la pelota en los parques, disponer de cuatro gallinas en un corral o traspasar a caballo, acémila o similar las calles de la villa. En el otro lado los vecinos, atónitos, que no saben si viven en un pueblo, o es que su alcalde piensa que gobierna en Valladolid. En una villa con un caballo en su escudo, no solo está prohibido que vivan estos nobles y bellos animales, sino que además, tampoco pueden pasearla.

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